Jn 20,19-23: Paz a vosotros. Como el Padre me ha enviado, así también os envío yo...
Recibid el Espíritu Santo...
"Vida"
24,5-6: [Mi nuevo confesor] me comenzó a poner en más perfección.
Decíame que para del todo contentar a Dios no había de dejar nada por
hacer; también con harta maña y blandura, porque no estaba aún mi alma
nada fuerte, sino muy tierna, en especial en dejar algunas amistades que
tenía. Aunque no ofendía a Dios con ellas, era mucha afición, y
parecíame a mí era ingratitud dejarlas, y así le decía que, pues no
ofendía a Dios, que por qué había de ser desagradecida. El me dijo que
lo encomendase a Dios unos días y rezase el himno de Veni, Creator,
porque me diese luz de cuál era lo mejor. Habiendo estado un día mucho
en oración y suplicando al Señor me ayudase a contentarle en todo,
comencé el himno, y estándole diciendo, vínome un arrebatamiento tan
súbito que casi me sacó de mí, cosa que yo no pude dudar, porque fue muy
conocido. Fue la primera vez que el Señor me hizo esta merced de
arrobamientos. Entendí estas palabras: Ya no quiero que tengas
conversación con hombres, sino con ángeles (...) Ello se ha cumplido
bien, que nunca más yo he podido asentar en amistad ni tener consolación
ni amor particular sino a personas que entiendo le tienen a Dios y le
procuran servir, ni ha sido en mi mano, ni me hace el caso ser deudos ni
amigos. Si no entiendo esto o es persona que trata de oración, esme
cruz penosa tratar con nadie. Esto es así, a todo mi parecer, sin
ninguna falta.
"Camino de Perfección" 27,1-2.7: Al comenzar a
comentar el "Padre nuestro" exclama: ¡Oh Señor mío, cómo parecéis Padre
de tal Hijo y cómo parece vuestro Hijo hijo de tal Padre! ¡Bendito seáis
por siempre jamás! ¿No fuera al fin de la oración esta merced, Señor,
tan grande? En comenzando, nos henchís las manos y hacéis tan gran
merced que sería harto bien henchirse el entendimiento para ocupar de
manera la voluntad que no pudiese hablar palabra (...) ¡Oh Hijo de Dios y
Señor mío!, ¿cómo dais tanto junto a la primera palabra? Ya que os
humilláis a Vos con extremo tan grande en juntaros con nosotros al pedir
y haceros hermano de cosa tan baja y miserable, ¿cómo nos dais en
nombre de vuestro Padre todo lo que se puede dar, pues queréis que nos
tenga por hijos, que vuestra palabra no puede faltar? (...) ¡Oh, válgame
Dios!, y que hay aquí en qué os consolar, que por no me alargar más lo
quiero dejar a vuestros entendimientos; que por disparatado que ande el
pensamiento, entre tal Hijo y tal Padre forzado ha de estar el Espíritu
Santo, que enamore vuestra voluntad y os la ate tan grandísimo amor, ya
que no baste para esto tan gran interés.
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