No te acerques a mi tumba sollozando.
No estoy allí. No duermo ahí.
Soy como mil vientos soplando.
Soy como un diamante en la nieve, brillando
Soy la luz del sol sobre el grano dorado
Soy la lluvia gentil del otoño esperado
Cuando despiertas en la tranquila mañana,
Soy la bandada de pájaros que trina
Soy también las estrellas que titilan,
mientras cae la noche en tu ventana
Por eso, no te acerques a mi tumba sollozando
No estoy allí. Yo no morí…
1.
Experimentar a Cristo resucitado. La experiencia se hace o no se hace, se tiene
o no se tiene. No puedes mandar un representante para que haga la experiencia
por ti. El cristianismo es una fe, pero penetrada por una experiencia vital, a
fin de que la fe no decaiga. La experiencia viva de Cristo resucitado la puede
hacer cualquier cristiano. Puesto que es un don que Dios concede, lo primero
que habrá que hacer es pedirla. ¡Qué mejor día que el domingo de Pascua para
pedir al Señor la gracia de esta experiencia! El cristiano puede disponerse a
recibir el don de esta experiencia, mediante el desarrollo de una sensibilidad
espiritual creciente. Al contacto con Dios, el hombre va gustando a Dios y las
cosas de Dios, va adquiriendo una mayor capacidad de escucha y de docilidad al
Espíritu, va sintonizando más con la fe de la Iglesia. Esto
constituye el terreno cultivado para que en él pueda nacer y florecer la
experiencia de Cristo resucitado. Todos sin excepción estamos llamados a hacer
esta experiencia. No pensemos que es sólo para unos cuantos místicos, que
tienen una cierta propensión a estos estados del alma. Es importante, para todo
cristiano, el hacerla, porque, quien la haya hecho, no podrá seguir viviendo de
la misma manera, incluso si ya se llevaba una vida cristiana buena. Esa
experiencia viva e intensa toca y cambia la mentalidad, las costumbres, el
estilo de vida, el modo de relacionarse con los demás, los criterios de acción,
las mismas obras, hasta el mismo carácter. Si has hecho ya esta experiencia de
Cristo resucitado, creo que estarás de acuerdo conmigo en que con ella nos
vienen todos los bienes. Si todavía no la has hecho, pide al Señor que te
conceda hacerla cuanto antes. ¡Ojalá sea el don que Dios te concede esta Pascua!
2.
La resurrección de Jesucristo y la ética cristiana. ¿Existe una ética
cristiana? Digamos, al menos, que existe un modo cristiano de vivir la ética.
Existe sobre todo un fundamento de la ética cristiana, que es la persona de
Jesucristo, principalmente el misterio de su resurrección. Una ética que no
esté fundada en la persona y en el mensaje de Jesucristo, no podrá recibir el
nombre de cristiana. Y cuando hablo de ética cristiana, no me refiero ni sólo
ni principalmente a los profesores de ética en las universidades, en los
institutos o en los seminarios, sino al comportamiento cristiano en su trabajo,
ante los medios de comunicación, en el ámbito de la familia, ante los
impuestos, ante el pluralismo religioso, etcétera. Cristo resucitado nos ha
hecho partícipes de su vida divina mediante el bautismo y la gracia
santificante, y desea continuar repitiendo en nosotros su presencia ejemplar en
la historia. Vivamos la experiencia de Cristo resucitado, y estemos seguros de
vivir siempre un comportamiento ético digno del hombre. Entonces realmente la
resurrección de Jesucristo será el centro de nuestra vida y de nuestra fe.
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