Sus
padres eran judíos, descendientes de David, a los que la Virgen María se les
apareció y les conminó a convertirse, y les anunció el nacimiento de gemelos, a
los que llamarían Ángelo y Juan, el día de Pentecostés, en abril de 1168. Joven
ya, decidió entrar en religión, pensando hacerlo con los monjes basilianos,
pero habiendo sabido de la regla de San Alberto a los carmelitas, por la
devoción a María, entró en esta orden, en el convento de Santa Ana, radicado en
la supuesta casa de la santa, en las afueras de Jerusalén y su hermano se
ordenó de presbítero, llegando a ser Patriarca de Jerusalén. Perfecto
religioso, abstinencia total, cuaresmas y penitencias, milagros de todo tipo.
Tuvo una aparición de Cristo en la que este le mostró todo el mal que le esperaba
a la Tierra Santa
con la invasión de los musulmanes: guerras, hambres y pestes, así como la
pérdida de la paz. Le conminó a ir a occidente, a predicar la paz, la
conversión y la misericordia de Dios. Y así lo hizo, en 1219 llegó a Sicilia,
luego de por un milagro, convertir a los piratas moros que le iban a asesinar.
Predicó en Messina y Civitavecchia, donde conoció a Honorio III, que le pidió
fuera a Roma, a predicar para él mismo y para el pueblo. Y ya llegamos a un
momento crucial:
El
Santo Abrazo.
En
la iconografía propia de las órdenes franciscana y dominica hay un tema
bastante común: el abrazo de San Francisco (4 de octubre y 17 de septiembre y
25 de mayo) y Santo Domingo de Guzmán (24 de abril, 4 de agosto y 15 de
septiembre), ambos fundadores de estas órdenes, respectivamente. El abrazo ha
pasado de recordar el momento histórico del encuentro de ambos en Roma, para
simbolizar el hermanamiento de ambas órdenes en su afán misionero y apostólico,
representado en sus santos patriarcas y fundadores. Rivalidades ajenas y
propias durante siglos que se calmaron con el tiempo, la disciplina y las
costumbres recíprocas de humildad, como que un fraile de la otra Orden
predicara en la festividad del propio fundador; que ambas Órdenes llaman
“Nuestro Padre” al Fundador de la otra, y que la imagen del fundador de la Orden hermana, tuviera lugar
de honor en la propia iglesia conventual. Hoy son órdenes hermanas y ambas
profesan admiración y devoción por los dos Santos Patriarcas. Pero lo que las
crónicas franciscana y dominica han silenciado es que hubo un tercer personaje
de este “abrazo”: Nuestro San Ángelo.
Estaba
Ángelo predicando un sermón en San Juan de Letrán, cuando supo por revelación
que estaban allí los Santos Domingo y Francisco, que andaban en asuntos de sus
órdenes. Ángelo no los conocía, pero al subir al púlpito dijo que, entre los
que escuchaban “había dos nuevas y firmes columnas de la Iglesia ”. Predicó tan
bien, que ambos santos quisieron conocerlo y “como si siempre se hubieran
conocido, se abrazaron”. Y se comunicaron varias profecías:
Ángelo
le dijo a Domingo “el Señor te ha escogido como acérrimo impugnador de las
herejías y predicador contra los vicios”; y a Francisco: “y a ti, como
principal imitador de Jesucristo, cuyas cinco llagas ha de imprimir en tu
cuerpo por premio de tu humildad”. A esto, contestó Domingo: “Alégrate, Ángelo,
a quien el Señor ha escogido por predicador de la Verdad contra los vicios y
herejías; y por lustre de la
Iglesia con tus virtudes”. Y dijo Francisco: “Con razón,
Ángelo, te debes alegrar, porque en breve tiempo darás tu vida por la honra del
Señor en el reino de Sicilia, y con tres coronas de virgen, doctor y mártir,
subirás al cielo”. De allí se fueron a Santa Sabina, casa de los dominicos,
donde estuvieron en oración los tres, toda la noche.
Constancia
de este encuentro y presencia de Ángelo, daba una inscripción en la celda de
Santo Domingo en Santa Sabina que decía:
“Memento
posteritas & mémorare hunc quem prœteris angulum prœngustum; fat augusta is
fuit sanctorum trium yirorum Curia: Dum anno salutis MCCXIX. Isthic divinis in
colloquiis pernoctarunt, trium Ordinum primitiva lumina, militantis Ecclesia
fida columina: Franciscus Seraphicus , Angelus Martir Carmelita & Dominicus
cœlla huius inquilinus. Audi Roma, felicius hic supervolat Aventino tuo
augurium ex tali Heroum trisigmate, quam qui olim Romulo tuo spectavi ibidem
tres vulturum quaterniones”.
La
placa actual evita toda alusión a los buitres voladores y solo dice:
"Attende advena. Hic
olim sanctissimi viri Dominicus, Franciscus, Angelus Carmelita in divinis
colloquiis vigiles pernoctaverunt".
Martirio.
Luego
de esto, Ángelo fue a Nápoles, Sicilia, Calabria, Agrigento, dejando
conversiones y milagros en todos estos sitios. Llegó a Licata, donde el 25 de
abril de 1220 predicó públicamente contra el Conde Berengario, que vivía
públicamente con una amante, llamada Margarita. Esta se convirtió, dejó al
conde y quiso una vida de penitencia. Berengario, furioso, esperó para tomar
venganza. El 5 de mayo (como le había dicho San Juan Bautista a Ángelo en una
visión), estando predicando en la iglesia de Santos Felipe y Santiago,
Berengario se acercó al santo y le asestó cinco puñaladas en el pecho. El
pueblo se enfureció, pero Ángelo pidió perdonaran a su agresor, como él mismo
lo hacía. Este perdón heroico, más que los resplandores, cantos celestiales y
una paloma blanca que salió de su interior, ya bastan para que desde ese
momento fuera considerado santo. Allí reposan sus veneradas reliquias hasta
hoy.
En
1222, luego de recoger testimonios sobre sus virtudes y milagros, fue
canonizado por el Patriarca Anastasio de Alejandría, en un concilio
jerosilimitano. Su vida es atribuida a la pluma del Beato Enoch (4 de mayo),
que le acompañó durante casi toda su vida y luego fue Patriarca de Jerusalén, y
la habría escrito en 1227.
Sospechosamente,
estuvo perdida hasta 1527, en que fue dada a conocer por Tomás Bellorosso, un
canónigo de Palermo, donde el santo gozaba, y goza, de una devoción sólida. En
1459, el Beato Juan Soreth (24 de julio) logró que Pío II le concediera oficio
propio y extendiera su fiesta a toda la Orden. Luego de la reforma conciliar, los
carmelitas descalzos lo eliminaron de su calendario propio,
incomprensiblemente, pues aunque con visos de leyenda, su existencia está
plenamente probada por documentos fidedignos.
Fuentes:
-"Flores
del Carmelo: Vidas de los Santos de Nuestra Señora del Carmen". FR. JOSÉ
de SANTA TERESA OCD. Madrid, 1678.
-"Glorias
del Carmelo", Tomo III. R. P. JOSÉ ANDRÉS SJ. Palma, 1860.
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