jueves, 29 de octubre de 2015

SANTOS CRISPIN Y CRISPINIANO

Santos Crispín y Crispiniano de Soissons, hermanos mártires. 25 de octubre y 20 de junio (traslación de las reliquias a Osnabrück).


Cuenta la leyenda que fueron dos hermanos romanos que acompañaron a San Quintín (31 de octubre) cuando este llegó a la Galia a predicar el Evangelio. Se establecieron en Augusta Suessionum, la actual Soissons, donde continuaron ejerciendo de zapateros, su profesión. De día anunciaban el evangelio y de noche reparaban los zapatos, gratuitamente, a los pobres. Una historia parecida es la de Santos Rufino y Valerio (25 de octubre), los cuales optaron ser guardianes de un granero para repartir grano a los pobres a escondidas y poder predicarles sobre Cristo. En esto andaban Crispín y Crispiniano cuando en el año 285, o 286, el emperador Maximiano realizó una visita a Soissons, durante la cual se le quejaron los sacerdotes paganos acerca de la nueva religión cristiana, que les ganaba en fieles. Ambos hermanos fueron apresados y llevados a la presencia de Rictiovaro, gobernador que detestaba a los cristianos. Los sometió a diversas torturas que los santos sobrevivieron: les metió en agua helada, atados a ruedas de molino, pero no apostataron. Luego les puso en un cepo y les metió púas bajo las uñas, pero las aquellas se volvieron contra los torturadores, hiriendo a varios.

Fueron metidos en un caldero de plomo hirviendo, que no les causó daño alguno, aunque una gotita tocó el ojo de Rictiovaro, dejándolo ciego. Luego fueron metidos en una caldera con una mezcla de brea, grasa y aceite, donde cantaron himnos de alabanza y de donde les sacaron dos ángeles. Entonces Rictiovaro, celoso, quiso ver que pasaba y probarlo también, así que se lanzó al caldero indignado y, claro, como en buena “passio” legendaria que se precie, terminó asado idiotamente. Para vengar al gobernador, el emperador mandó fueran torturados cortándole la piel en tiras, para finalmente ser decapitados. Los cuerpos permanecerían escondidos hasta que, terminada la persecución, fueron expuestos, enterrados y se levantó una iglesia en su honor.

Su culto es bastante antiguo, el martirologio pseudo-jeronimiano ya pone su fiesta a 25 de octubre y San Gregorio de Tours (17 de noviembre) menciona la basílica del siglo VI a su nombre, levantada sobre su tumba. Sin embargo la Gesta Regnum Anglorum dice que su origen es Kent y que están enterrados en la iglesia de los Santos Juan y Pablo de Roma. En realidad los ingleses “adoptaron” a los santos a su calendario por orden de Enrique V, después de la victoria en la batalla de Agincourt, ocurrida el 25 de octubre de 1415, festividad de ambos santos. A pesar de esto, siempre han sido considerados por la mayoría, dos mártires reales de Soissons, a los que se les dio vida “propia” dándoles origen romano y profesión particular, cuando es probable que el patronato sobre las pieles y el trabajo con estas, en origen se haya debido al tipo de martirio, más que a una profesión relacionada, como es la zapatería.

La devoción a ambos santos se extendió, sobre todo, por las cofradías de zapateros, curtidores, talabarteros y demás oficios relacionados con las pieles. Suelen ser representados con palma de mártir, la lezna o cuchillo de zapateros e incluso con un zapato o sandalia en las manos. A veces los pintan en plena faena de trabajo. Son patronos de Soissons, de Faversham, Kent, y en Osnabrück tienen una bella iglesia dedicada, que posee sus reliquias.
“Flos sanctorum”. ALONSO DE VILLEGAS. Barcelona, 1754.
-“Biografía eclesiástica completa”. Volumen 4. Madrid, 1851.
-“Repertorio de símbolos cristianos. MARIANO MONTERROSA y ELSA L. TALAVERA SOLÓRZANO. Instituto Nacional de Antropología e Historia, 2004.

REFLEXIÓN En el glorioso catálogo de los santos figuran no pocos que concilia ron el trabajo manual y la fatiga del cuerpo con eminentísima santidad. San Pablo hacía tiendas de campañas, entre los demás apóstoles había pescadores, la bradores y de otros oficios, san José, la Virgen santísima y nuestro mismo divino Redentor se ganaron el pan con el sudor de su rostro. Pues, ¿qué perdón merecen aquellos cristianos tan reprensibles que con achaque de la pobreza que pasan, o del trabajo de que han de vivir, preten den excusar su pureza en las cosas de Dios y de su eterna salvación? ¿Por ven tura no puede el pobre labrador o artesa no tener a raya sus pasiones y vivir conforme a la ley del santo Evangelio?
ORACIÓN ¡Oh Dios! que nos alegras con la anual festividad de tus bienaventurados mártires Crispín y Crispiniano, concédenos propicio, que gocemos de sus méritos, y seamos instruidos con sus ejemplos. Por Jesucristo Nuestro Señor. Amén

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