La antigua fiesta de la
Concepción de María (Concepción de Santa Ana), que tuvo su origen en los
monasterios de Palestina a final del siglo VII, y la moderna fiesta de la
Inmaculada Concepción no son idénticas en su origen, aunque la fiesta de la
Concepción de Santa Ana se convirtió con el paso del tiempo en la de la
Inmaculada Concepción.
Para determinar el origen de esta
fiesta debemos tener en cuenta los documentos genuinos que poseemos. El más
antiguo es el canon de la fiesta, compuesto por San Andrés de Creta, quien
escribió su himno litúrgico en la segunda mitad del siglo VII. En la Iglesia
Oriental la solemnidad emergió de comunidades monásticas, entró en las
catedrales, fue glorificada por los predicadores y poetas, y eventualmente fue
fijada fiesta en el calendario de Basilio II, con la aprobación de la Iglesia y
del Estado.
En la Iglesia Occidental la
fiesta aparece cuando en el Oriente su desarrollo se había detenido. El tímido
comienzo de la nueva fiesta en algunos monasterios anglosajones en el siglo XI,
en parte ahogada por la conquista de los normandos, vino seguido de su
recepción en algunos cabildos y diócesis del clero anglo-normando. El
definitivo y fiable conocimiento de la fiesta en Occidente vino desde
Inglaterra; se encuentra en el calendario de Old Minster, Winchester, datado
hacia el año 1030, y en otro calendario de New Minster, Winchester, escrito
entre 1035 y 1056. Esto demuestra que la fiesta era reconocida por la autoridad
y observada por los monjes sajones con considerable solemnidad.
Después de la invasión normanda
en 1066, el recién llegado clero normando abolió la fiesta en algunos
monasterios de Inglaterra donde había sido establecida por los monjes
anglosajones. Pero hacia fines del siglo XI, a través de los esfuerzos de
Anselmo el Joven, fue retomada en numerosos establecimientos anglo-normandos.
Durante la Edad Media la Fiesta de la Concepción de María fue comúnmente
llamada la «Fiesta de la nación normanda», lo cual manifiesta que era celebrada
en Normandía con gran esplendor y que se extendió por toda la Europa
Occidental.
Por un Decreto de 28 de Febrero
de 1476, Sixto IV adoptó por fin la fiesta para toda la Iglesia Latina y otorgó
una indulgencia a todos cuantos asistieran a los Oficios Divinos de la
solemnidad. Para poner fin a toda ulterior cavilación, Alejandro VII promulgó
el 8 de Diciembre de 1661 la famosa constitución «Sollicitudo omnium
Ecclesiarum» en la que declaró que la inmunidad de María del pecado original en
el primer momento de la creación de su alma y su infusión en el cuerpo eran
objeto de fe.
Desde el tiempo de Alejandro VII
hasta antes de la definición final, no hubo dudas por parte de los teólogos de
que el privilegio estaba entre las verdades reveladas por Dios. Finalmente Pío
IX, rodeado por una espléndida multitud de cardenales y obispos, promulgó el
dogma el 8 de Diciembre de 1854.
Fuente: FREDERICK G. HOLWECK
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