sábado, 23 de enero de 2016

MILAGROS DEL NIÑO JESÚS DE PRAGA, EN SANTA MARÍA DE LA VICTORIA DE PRAGA


Tradicionalmente en el Carmelo Teresiano se ha tenido una especial devoción a la Santa Infancia de Jesús, y esta devoción se puede ver concretada en acontecimientos particulares que sucedieron a los santos padres de la Orden, Santa Teresa de Jesús y San Juan de la Cruz. Luego a lo largo de los siglos, sus hijos e hijas de todo el mundo han continuado expresando y manifestando esta especial devoción a este Misterio de la Vida de Jesús, que fue su Infancia. De hecho la devoción a la Milagrosa Imagen del Niño Jesús de Praga, no es más que el resultado de esta historia de amor a la sencillez y a las virtudes del Santo Niño.
Un hecho inesperado daría gran impulso a la devoción al Pequeño Rey. Cierto día, en 1639, Fray Cirilo, tenido ya por muchos como santo, fue buscado por el Conde de Kolowrat, Enrique Liebsteinski, cuya esposa estaba gravemente enferma. El Conde pidió al carmelita que llevase la imagen del Niño Jesús a la cabecera de la enferma, alegando que ella era prima de la princesa Polyxena, que había donado la imagen al Convento. Como varios médicos ya la habían desahuciado, la única esperanza que restaba era el Santo Niño.
Fray Cirilo no podía dejar de atender tan justo pedido. Llegando al cuarto de la moribunda, le dijo el marido:
“Querida, abre los ojos. Ved, aquí está el Niño Jesús para curarte”. Con gran esfuerzo la enferma abrió los ojos, su rostro se iluminó, y ella exclamó:
Oh! ¡El Niño está aquí en mi cuarto!” E irguió los brazos hacia Él, a fin de besarlo.
Al ver esto, el marido exclamó exultante:
“Milagro! ¡Milagro! ¡Mi mujer se ha salvado!”
La alegría fue general. Tan pronto se restableció, la condesa fue al convento y ofreció al Niño una corona de oro y objetos preciosos en señal de gratitud.
Este fue uno de los milagros más célebres atribuidos al Pequeño Rey. A partir de él su devoción comenzó a diseminarse no sólo en la corte, sino también entre el pueblo de la ciudad y sus alrededores. Y ante el altar del Niño Dios afluían, cada vez en mayor número, peregrinos de todas partes.
Eso hizo que una rica dama de la corte, llevada por devoción indiscreta, hurtase la imagen. Pero este sacrilegio fue castigado por Dios, y el Pequeño Rey retornó a los Carmelitas.


Las grandes donaciones en dinero y en bienes, con las cuales los fieles agradecían las gracias recibidas del Divino Infante, hicieron posible construir la capilla destinada a la milagrosa imagen. Para su solemne consagración, en 1648, fue invitado el Arzobispo de Praga, Cardenal Ernesto Adalberto de Harrach, quien concedió a los frailes la más amplia facultad de celebrar misa en esa ermita del Santo Niño Jesús. Con esa solemne confirmación del Arzobispo, la capilla del Pequeño Rey de la Paz se convirtió en un lugar de culto oficial y muy frecuentado.

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