Con la liturgia del adviento
la comunidad cristiana está llamada a vivir determinadas actitudes espirituales
esenciales:
– la vigilante y gozosa
espera
– la esperanza
– la conversión
La Iglesia, viviendo esta
espera en actitud vigilante, clama: Maranatha: Ven, Señor Jesús (Ap 22,17.20).
El adviento celebra al Dios
esperanza (Rm 15,13) y vive la gozosa esperanza (Rm 8, 24-25).
Entrando en la historia,
Dios interpela al hombre. La venida de Dios en Cristo exige conversión
continua, y despertar del sueño (Rm 13,11-14).
A través de la predicación
de Bautista estamos llamados a preparar los caminos del Señor, a acoger a Dios
que viene, convertidos de mente y corazón en el espíritu de las
bienaventuranzas.
Si Cristo vino, fue sobre
todo para que el hombre supiera cuánto lo ama Dios y lo aprendiera para
encenderse más en el amor de quien lo amó antes, para amar al prójimo según la
voluntad y el ejemplo de quien se hizo prójimo prefiriendo no a los que estaban
cerca de Él, sino a los que vagaban lejos.
Ponte como fin este amor, al
que referirás todo lo que digas; cuenta todas las cosas de manera que la
persona a la que hablas crea al escuchar, espere al creer y ame al esperar (San
Agustín).
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