Os
saludo con gran alegría a todos vosotros, hermanos y hermanas del Carmelo
Teresiano, cuando nos disponemos a celebrar la fiesta de María, la Madre del Carmelo. Nos
acercamos a Ella a pie descalzo para "procurar caminar mejor el camino,
para contentar mejor al Señor y hallarle más presto, para animarnos a andar con
fortaleza" (F 4,4).
En
estos días de gracia, nuestra familia teresiana, haciendo suyos los dolores y
gozos de la humanidad, convoca al pueblo de Dios a peregrinar hacia el misterio
de María. Así, andamos este camino en comunidad ampliada, junto a miles de
cristianos sencillos, buscando en la cristalina fuente de María el rostro de
Dios y nuestro rostro, para un encuentro de amor que da plenitud a toda vida.
A
medida que avanza nuestra marcha, ya no hablamos de Ella, hablamos con María,
le cantamos. Al canto de uno se unen los cantos de los otros. Crece la fiesta.
Dios nos visita. Hay alegría en el corazón y danzas en las calles. Dan ganas de
ser de verdad "esos tales que habremos de ser" (C 4,1).
¡Flor
del Carmelo! Tu vida huele a bienaventuranza. Nuestros límites, que tanto
desazonan, se convierten en horizonte infinito al dar con tu mirada. Nuestro
hastío, por tanto vivir lo que no es vida, se cambia en gozo al encontrarnos
con tus ojos misericordiosos. El enigma doloroso de la muerte se aclara en la
dulzura de tu abrazo. Tú nos enseñas a movernos, confiados, por el ancho mar de
Dios que nos envuelve. Junto a Ti, todo es gracia.
¡Virgen
fecunda! Tu silencio nos abre a la
Palabra creadora y se convierte en un Magnificat sonoro. Tu
soledad nos hace descubrir una Presencia que deja nuestra dibujada en nosotros
la ternura. Excavas una sed muy honda en los adentros y tu fuente, que mana sin
cesar, nos enamora. Nos metes en la interior bodega y allí nos muestras al
Dios, que es tan amigo de dar y de darse por entero. Así despiertas en nosotros
la belleza y el gozo de ser todo de Dios. Buscadora de amores, orientas
nuestros ojos hacia Jesús, plenitud insospechada de todas nuestras búsquedas.
Nos invitas a ser casa de acogida de todos los clamores de la tierra.
¡Atráenos,
Virgen María! Porque nuestra historia no termina en el pecado, llámanos y
llévanos a donde están todos los bienes. Porque la lentitud en el esfuerzo es
extraña a la gracia del Espíritu, da fuerza a nuestras manos para tejer, con
muchos, una túnica nueva para los pobres de este mundo, Métenos en ese misterio
de amor que Dios y Tú, en alianza, os mostráis dándoos las manos.
Pon
nuestros pies sobre la tierra no pisada para un anuncio de paz y de evangelio,
adéntranos en esa novedad nunca antes vista que Dios nos tiene preparada en la
plegaria. Llévanos a Jesús.
Caminaremos
en pos de ti. Sin volver la vista atrás, iremos contigo para vivir para Dios y
su reino de santidad y justicia. Andaremos cada día los caminos a tu lado, con
una mirada de paz hacia todos los que nos son confiados. Seguiremos tus huellas
para encontrar una comunión con el Padre, el Hijo y el Espíritu, para entregar
a la humanidad gratuitamente la compasión y ternura que Tú nos regalas en cada
una de tus miradas. Iremos junto contigo hacia una plenitud.
Muy
unido a todos vosotros, hermanos y hermanas, os deseo a todos una feliz fiesta
de Nuestra Señor del Monte Carmelo.
Fr. Saverio Cannistrà
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