Privilegio sabatino
También reconocida
por Pío XII, existe la tradición de que la Virgen, a los que mueran con el
Santo Escapulario y expían en el Purgatorio sus culpas, con su intercesión hará
que alcancen la patria celestial lo antes posible, o, a más tardar, el sábado
siguiente a su muerte.
Resumen de las
promesas
1. Morir en gracia de Dios.
2. Salir del Purgatorio lo antes posible.
Interpretación
Alcanzar estas
promesas supone siempre el esfuerzo personal colaborando con la gracia de Dios.
Nos lo enseña con toda claridad el Concilio Vaticano II: «La verdadera
devoción... procede de la fe auténtica, que nos induce a reconocer la
excelencia de la Madre de Dios, que nos impulsa a un amor filial hacia nuestra
Madre y a la imitación de sus virtudes».
Ayuda en la vida
Tanto en los peligros
espirituales como en los corporales. Hay muchos hechos que lo atestiguan.
Vinculaciones
El que recibe el
Escapulario es admitido en la familia de la Madre de Dios y de la Orden
Carmelitana.
Por ello participa de
los privilegios, gracias e indulgencias que los Sumos Pontífices han concedido
a la Orden del Carmen.
Se beneficia, además,
de los méritos, de las penitencias y de las oraciones que se hacen en todo el
Carmelo.
Objetivo
Ir más fácilmente a
Jesús, según la enseñanza del Concilio Vaticano II: «Los oficios y los
privilegios de la Santísima Virgen,siempre tienen por fin a Cristo, origen de toda
verdad, santidad y piedad».
Por eso afirmó Pío
XII que «nadie ignora, ciertamente, de cuánta eficacia sea para avivar la fe
católica y reformar las costumbres, el amor a la Santísima Virgen, Madre de
Dios, ejercitado principalmente mediante aquellas manifestaciones de devoción,
que contribuyen en modo particular a iluminar las mentes con celestial doctrina
y a excitar las voluntades a la práctica de la vida cristiana. Entre éstas debe
colocarse, ante todo, la devoción del Escapulario de los carmelitas».
Es una devoción y una
forma de culto
Prueban lo primero,
incluyéndolo entre las prácticas y ejercicios de piedad marianas, recomendados
por el Concilio Vaticano II, las palabras de Pablo VI: «Creemos que entre estas
formas de piedad mariana deben contarse expresamente el Rosario y el uso devoto
del ESCAPULARIO DEL CARMEN». Y añade tomando las afirmaciones de Pío XII: «Esta
última práctica, por su misma sencillez y adaptación a cualquier mentalidad, ha
conseguido amplia difusión entre los fieles con inmenso fruto espiritual».
También destaca entre
las más antiguas formas de culto, especial y necesario a María Santísima, que
cooperan a que «al ser honrada la Madre, sea mejor conocido, amado, glorificado
el Hijo, y que, a la vez, sean mejor cumplidos sus mandarniento» (L.G. 66). La
celebración de la Virgen del Carmen, 16 de julio, está entre las fiestas «que
hoy, por la difusión alcanzada, pueden considerarse verdaderamente eclesiales»
(Marialis Cultus 8).
«Este culto se
convierte en camino a Cristo, fuente y centro de la comunión eclesiástica» (M.
C. 32).
Espiritualidad
Quien entra en
comunión con la familia consagrada al amor, a la veneración y al culto a María,
queda señalado con un peculiar carácter mariano de espíritu de oración y
contemplación, de los diversos modos de apostolado y de la vida misma de
abnegación. Asume también un compromiso de imitar a María.
Este don de la Virgen
es signo de las muchas gracias que puede ella conceder, como consecuencia de su
privilegiada e íntima participación en la historia de la salvación.
Entraña, pues, la
experiencia de unas vivencias marianas y espirituales. Ya que «ante todo, la
Virgen María ha sido propuesta siempre por la Iglesia a la imitación de los
fieles... porque en sus condiciones concretas de vida Ella se adhirió total y
responsablemente a la voluntad de Dios» (M. C. 35).
Compromiso
Vida mariana. Es
decir: Vivir en obsequio de Jesucristo y de su Madre. Nuestra vida ha de estar
informada por la luz y el amor de María, unido estrechamente al de Cristo. El
fruto del Escapulario consistirá en que quien lo lleve se esfuerce eficazmente
en la imitación de las virtudes de la Santísima Virgen.
Representa la
participación en el carisma de la Orden del Carmen, siendo señal como de un
contrato entre la Virgen y nosotros, por el cual Ella nos protege y nosotros le
estamos consagrados.
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