De Corazón a corazón: Gen 3,9-20 ("Pondré enemistades entre ti y
 la mujer, entre su descendencia y la suya"); Efes 1,3-12 ("Nos ha 
elegido en Cristo para ser santos e inmaculados"); Lc 1,26-38 
("Alégrate, llena de gracia, el Señor está contigo")
Contemplación, vivencia, misión: Después del pecado de los 
primeros padres, Dios prometió el redentor. Nos ha elegido en Cristo 
para recuperar en nosotros su misma imagen. Todo esto se ha cumplido de 
modo especial en María, la Inmaculada, la llena de gracia desde el 
primer momento de su concepción. Ella es la primicia de lo que Dios 
quiere hacer en nosotros. Podemos cantar a nuestra Madre con alegría y a
 pleno pulmón: "Toda hermosa eres, María, y no hay en ti mancha de 
pecado original". Creer en la Inmaculada significa creer que Jesús ha 
vencido totalmente el pecado y la muerte.
* Con María, “Madre de la Esperanza”, a la sorpresa de Dios Amor: Ella,
 Inmaculada y Asunta (glorificada en cuerpo y alma), es la primicia de 
la redención, como anticipo de nuestra restauración final. “No nos 
dejemos robar nunca la esperanza que proviene de la fe en el Señor 
resucitado” (Papa Francisco, Misericordia et misera, n.13).
 

 
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