A Monseñor Jesús García Burillo, Obispo de Ávila
Querido
Hermano:
El
28 de marzo de 1515 nació en Ávila una niña que con el tiempo sería conocida
como santa Teresa de Jesús. Al acercarse el quinto centenario de su nacimiento,
vuelvo la mirada a esa ciudad para dar gracias a Dios por el don de esta gran
mujer y animar a los fieles de la querida diócesis abulense y a todos los
españoles a conocer la historia de esa insigne fundadora, así como a leer sus
libros, que, junto con sus hijas en los numerosos Carmelos esparcidos por el
mundo, nos siguen diciendo quién y cómo fue la Madre Teresa y qué
puede enseñarnos a los hombres y mujeres de hoy.
En
la escuela de la santa andariega aprendemos a ser peregrinos. La imagen del
camino puede sintetizar muy bien la lección de su vida y de su obra. Ella
entendió su vida como camino de perfección por el que Dios conduce al hombre,
morada tras morada, hasta Él y, al mismo tiempo, lo pone en marcha hacia los
hombres. ¿Por qué caminos quiere llevarnos el Señor tras las huellas y de la
mano de santa Teresa? Quisiera recordar cuatro que me hacen mucho bien: el
camino de la alegría, de la oración, de la fraternidad y del propio tiempo.
Teresa
de Jesús invita a sus monjas a «andar alegres sirviendo» (Camino 18,5). La verdadera
santidad es alegría, porque “un santo triste es un triste santo”. Los santos,
antes que héroes esforzados, son fruto de la gracia de Dios a los hombres. Cada
santo nos manifiesta un rasgo del multiforme rostro de Dios. En santa Teresa
contemplamos al Dios que, siendo «soberana Majestad, eterna Sabiduría» (Poesía
2), se revela cercano y compañero, que tiene sus delicias en conversar con los
hombres: Dios se alegra con nosotros. Y, de sentir su amor, le nacía a la Santa una alegría contagiosa
que no podía disimular y que transmitía a su alrededor. Esta alegría es un
camino que hay que andar toda la vida. No es instantánea, superficial,
bullanguera. Hay que procurarla ya «a los principios» (Vida 13,l). Expresa el
gozo interior del alma, es humilde y «modesta» (cf. Fundaciones 12,l). No se
alcanza por el atajo fácil que evita la renuncia, el sufrimiento o la cruz,
sino que se encuentra padeciendo trabajos y dolores (cf. Vida 6,2; 30,8),
mirando al Crucificado y buscando al Resucitado (cf. Camino 26,4). De ahí que
la alegría de santa Teresa no sea egoísta ni autorreferencial. Como la del
cielo, consiste en «alegrarse que se alegren todos» (Camino 30,5), poniéndose
al servicio de los demás con amor desinteresado. Al igual que a uno de sus
monasterios en dificultades, la
Santa nos dice también hoy a nosotros, especialmente a los
jóvenes: «¡No dejen de andar alegres!» (Carta 284,4). ¡El Evangelio no es una
bolsa de plomo que se arrastra pesadamente, sino una fuente de gozo que llena
de Dios el corazón y lo impulsa a servir a los hermanos!
Este
camino no podemos hacerlo solos, sino juntos. Para la santa reformadora la
senda de la oración discurre por la vía de la fraternidad en el seno de la Iglesia madre. Esta fue su
respuesta providencial, nacida de la inspiración divina y de su intuición
femenina, a los problemas de la
Iglesia y de la sociedad de su tiempo: fundar pequeñas
comunidades de mujeres que, a imitación del “colegio apostólico”, siguieran a
Cristo viviendo sencillamente el Evangelio y sosteniendo a toda la Iglesia con una vida hecha
plegaria. «Para esto os junto El aquí, hermanas» (Camino 2,5) y tal fue la
promesa: «que Cristo andaría con nosotras» (Vida 32,11). ¡Que linda definición
de la fraternidad en la
Iglesia : andar juntos con Cristo como hermanos! Para ello no
recomienda Teresa de Jesús muchas cosas, simplemente tres: amarse mucho unos a
otros, desasirse de todo y verdadera humildad, que «aunque la digo a la postre
es la base principal y las abraza todas» (Camino 4,4). ¡Cómo desearía, en estos
tiempos, unas comunidades cristianas más fraternas donde se haga este camino:
andar en la verdad de la humildad que nos libera de nosotros mismos para amar
más y mejor a los demás, especialmente a los más pobres! ¡Nada hay más hermoso
que vivir y morir como hijos de esta Iglesia madre!
Precisamente
porque es madre de puertas abiertas, la Iglesia siempre está en camino hacia los hombres
para llevarles aquel «agua viva» (cf. Jn 4,10) que riega el huerto de su
corazón sediento. La santa escritora y maestra de oración fue al mismo tiempo
fundadora y misionera por los caminos de España. Su experiencia mística no la
separo del mundo ni de las preocupaciones de la gente. Al contrario, le dio
nuevo impulso y coraje para la acción y los deberes de cada día, porque también
«entre los pucheros anda el Señor» (Fundaciones 5,8). Ella vivió las
dificultades de su tiempo -tan complicado- sin ceder a la tentación del lamento
amargo, sino más bien aceptándolas en la fe como una oportunidad para dar un
paso más en el camino. Y es que, «para hacer Dios grandes mercedes a quien de
veras le sirve, siempre es tiempo» (Fundaciones 4,6). Hoy Teresa nos dice: Reza
más para comprender bien lo que pasa a tu alrededor y así actuar mejor. La
oración vence el pesimismo y genera buenas iniciativas (cf. Moradas VII, 4,6).
¡Éste es el realismo teresiano, que exige obras en lugar de emociones, y amor
en vez de ensueños, el realismo del amor humilde frente a un ascetismo afanoso!
Algunas veces la Santa
abrevia sus sabrosas cartas diciendo: «Estamos de camino» (Carta 469,7.9), como
expresión de la urgencia por continuar hasta el fin con la tarea comenzada.
Cuando arde el mundo, no se puede perder el tiempo en negocios de poca
importancia. ¡Ojalá contagie a todos esta santa prisa por salir a recorrer los
caminos de nuestro propio tiempo, con el Evangelio en la mano y el Espíritu en
el corazón!
«¡Ya
es tiempo de caminar! » (Ana de San Bartolomé, Últimas acciones de la vida de
santa Teresa). Estas palabras de santa Teresa de Ávila a punto de morir son la
síntesis de su vida y se convierten para nosotros, especialmente para la
familia carmelitana, sus paisanos abulenses y todos los españoles, en una
preciosa herencia a conservar y enriquecer.
Querido
Hermano, con mi saludo cordial, a todos les digo: ¡Ya es tiempo de caminar,
andando por los caminos de la alegría, de la oración, de la fraternidad, del
tiempo vivido como gracia! Recorramos los caminos de la vida de la mano de
santa Teresa. Sus huellas nos conducen siempre a Jesús.
Les
pido, por favor, que recen por mí, pues lo necesito. Que Jesús los bendiga y la Virgen Santa los
cuide.
Fraternalmente,
Francisco
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