+ Ávila, 14 de octubre de 2014
Convento de "La Santa "
A todos los miembros de la Orden del Carmelo Descalzos,
frailes, monjas y seglares y toda la gran familia teresiana, hermanas y
hermanos, desde nuestra Casa Madre, la
Casa de Teresa: ¡Que la Paz de Cristo, el Jesús de Teresa, esté con todos
vosotros!
Después de cinco años y medio de concienzuda
preparación personal y comunitaria, llegamos a este día tan deseado, 15 de
octubre de 2014, solemnidad de Santa Teresa, en el que iniciamos las
celebraciones del V Centenario de su nacimiento ¡Feliz 500º cumpleaños, Santa
Madre!
Es para nosotros una magnífica oportunidad este
quinto Centenario, para que Teresa continúe a hablarnos con la fuerza de su
testimonio y de su pasión. La
Santa nos habla de aquello que ha vivido, nos cuenta la
historia de un alma -la suya- que después de muchas resistencias ha cedido al
amor del Dios vivo y ha descubierto en él la propia verdad, la bondad y la
belleza radical. Teresa no ha hecho alarde para sí misma de su experiencia,
sino que nos la ha donado para que también nosotros podamos entrar en su misma
plenitud de vida y de felicidad, que de otro modo no hubiéramos conocido,
quedando prisioneros del mundo.
Constatamos, de día en día, que nuestro ser
tiende a reducirse a las proporciones de un mundo dominado por las dinámicas
del poder económico y tecnológico. Creemos ser omnipotentes, pero en realidad
estamos perdiendo lo más grande que posee el ser humano: su capacidad de amar
como Dios lo ama. Teresa nos lleva a esta cima de nuestro ser, al punto de
contacto entre el hombre y Dios, el cual tiene un rostro y un nombre, el de
Jesucristo crucificado y resucitado.
En el centro del centenario teresiano debe estar
aquello que está en el centro del corazón de Teresa y no aquello que está en el
centro de nuestros proyectos mundanos, de nuestras iniciativas. En el centro
del centenario debemos situar aquello que, a quinientos años de distancia, no
ha envejecido, ni mucho menos, ni ha perdido actualidad, es decir, una vida
empapada, herida de Dios, a la cual ha sido confiada una misión de crucial
importancia: recordar a la
Iglesia y al ser humano de todos los tiempos que el centro
del hombre es Dios y que el centro de Dios es el hombre.
Tengo miedo de denominar a todo esto mística,
porque esta etiqueta podría hacer de Teresa un jardín cerrado, una fuente
sellada a la cual sólo pueden acceder unos pocos elegidos. La misión de Santa
Teresa es universal y no es sino una nueva propuesta del Evangelio, de la
alegría del Evangelio, de su frescura, de su fuerza liberadora y humanizadora.
Teresa comparte con cualquiera, con toda persona
en cualquier lugar del mundo cuyo andar se pierde en una ruta hacia ninguna
dirección, aquello que ella ha encontrado: una morada y un camino. Precisamente
estos son los títulos de sus obras principales: camino y morada. Si lo pensamos
bien, son propiamente las dimensiones fundamentales que la vida necesita para
existir y ser humana, las cuales sentimos hoy tan amenazadas por un modo de
vivir que nos invade y nos dispersa.
A aquel camino y aquella morada en las que
Teresa ha vivido debería conducirnos este Centenario. Si no conseguimos
ponerlos en el centro, creo que no agradarán a Santa Teresa las celebraciones
que organizaremos para ella, por más solemnes, atrayentes y refinadas que sean
¡Teresa es una monja simple y pobre, no lo olvidemos! Una monja con el hábito y
las sandalias casi siempre llenos de polvo, con el rostro marcado por el
cansancio físico, con el ánimo a menudo envuelto en sufrimientos y
preocupaciones por sus hermanas y sus hermanos. Más allá, sin embargo, bajo
esta superficie de cansancio y fragilidad, hay una fuerza y una determinación
férreas.
Es la fuerza de quien, a pesar de tener que
moverse continuamente, permanece en casa; es la decisión de quien, en medio de
la complejidad de las situaciones, no pierde de vista la meta que orienta su
camino.
¿Cómo haremos para poner en el centro el camino y la morada de Teresa? Releer sus escritos -como hemos hecho unidos a lo largo de estos últimos años-, es ciertamente un primer paso, de importancia fundamental. Pero no podemos quedarnos quietos. Hemos de pasar a la práctica.
¿Cómo haremos para poner en el centro el camino y la morada de Teresa? Releer sus escritos -como hemos hecho unidos a lo largo de estos últimos años-, es ciertamente un primer paso, de importancia fundamental. Pero no podemos quedarnos quietos. Hemos de pasar a la práctica.
Estamos llamados a reconocer en nosotros mismos
aquello que las palabras de Santa Teresa describen, a encontrar, mi casa y mi
camino. Advierto que ello no se podrá conseguir si no realizamos elecciones. No
sé si tendremos que elegir apagar un poco más a menudo nuestros teléfonos
móviles, nuestros ordenadores, nuestras tabletas o bien -lo que es bastante más
complejo- tendremos más bien que aprender a hacer de todo ello un uso diverso.
De algo sí estoy convencido, es decir, que el Centenario no lo celebraremos
adecuadamente sólo haciendo cosas para honrar la memoria de Santa Teresa, sino
haciéndonos Teresa, si me aceptáis esta expresión un tanto audaz.
Creo que Teresa nos está diciendo lo que San Pablo decía a sus discípulos de Corinto: vosotros mismos sois mi carta de recomendación, "escrita no con tinta, sino con el Espíritu del Dios vivo, no sobre tablas de piedra, sino sobre las tablas de carne de vuestros corazones" (2 Cor 3, 2-3).
Creo que Teresa nos está diciendo lo que San Pablo decía a sus discípulos de Corinto: vosotros mismos sois mi carta de recomendación, "escrita no con tinta, sino con el Espíritu del Dios vivo, no sobre tablas de piedra, sino sobre las tablas de carne de vuestros corazones" (2 Cor 3, 2-3).
En conclusión: ¿A dónde nos lleva el Centenario
de Teresa? Nos lleva a nuestros corazones, el lugar donde habita nuestra verdad
y la verdad del Dios vivo. Que ellas se encuentren en el nombre y siguiendo las
huellas de la Santa :
esta es la única celebración que podrá alegrar el corazón de la Madre y hacerle sentir la
fecundidad de su búsqueda, de su lucha, de su infatigable peregrinar.
¡Gracias, Teresa, porque no para ti, sino,
verdaderamente, para todos nosotros has nacido!
Fr. Saverio Cannistrà, ocd
Prepósito General
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