Durante varios años
nos hemos venido preparando para estas celebraciones que comenzaremos el
próximo miércoles día 15 de octubre de este año. Ha sido la lectura y reflexión
de los escritos de Nuestra Santa Madre, la que nos ha hecho entrar en sintonía
con su espíritu, no sólo reflexionando sus textos, sino buscando su actualización.
Todo ello ha sido como ir preparando la tierra y sembrando semillas, para que a
lo largo de este año vaya dando fruto. Podemos preguntarnos: ¿qué significa
para nosotros hoy celebrar este acontecimiento?
1.-Teresa de Jesús no es una pieza de museo.
Actualidad de la
figura de nuestra Santa Madre. Hay autores mucho más autorizados que yo para
señalar que Santa Teresa tiene una gran actualidad. Repasando su vida, sus
escritos, su mensaje, podemos descubrir cómo su figura se sigue proyectando más allá del siglo XVI, época en la cual vivió.
También hoy su palabra tiene espacio propio. No es sólo una lección que
enseñarnos o frases bonitas para repetir, sino un mensaje, que como el
Evangelio perdura, llega a nuestro corazón y al del hombre del siglo XXI que
está tan necesitado de Dios, como el que se encontró ella en la España de su tiempo.
Compañía. En estos
tiempos en los cuales todos sentimos la necesidad de alguien que nos acompañe,
que nos escuche, que nos muestre caminos, ella se convierte en una compañera
que, desde su experiencia, nos garantiza el profundo encuentro con Dios, y a la
vez, una plena realización como seres humanos. De su mano podemos llegar a
descubrir los caminos insospechados del Espíritu, admirarnos ante la presencia
de Dios que nos sorprende y encontrarnos con el Dios que responde a nuestros
anhelos.
Acogida y
Creatividad. Así como nosotros acogemos la figura y el mensaje de la Santa , nos sentimos acogidos
por ella. Es como un eco, ‘una sima que grita a otra sima’ (Salmo 42,8), y que
hace que podamos encontrarnos porque nos necesitamos.
Nuestro mundo vive
de creatividad, de novedad. A veces novedades superficiales, que pasan pronto.
Otras veces, creatividades que perduran porque son genialidades, como las
grandes obras de pintura, escultura, literatura… Pues bien, Teresa fue una
mujer creativa, que supo abrir caminos que no sólo fueron novedad para su
tiempo, sino que persisten a lo largo de los siglos y que se han expandido a muchos
lugares. Las Fundaciones de Carmelitas Descalzas que ella realizó, no sólo se
quedaron ahí, sino que de su seno brotaron otras monjas que supieron contagiar
a otros lugares del mundo ese mismo Espíritu brotado en Teresa de Jesús. Y esa
pequeña semilla de creatividad perdura y sigue expandiéndose. Lo mismo el
impulso que dio a los carmelitas descalzos. Ojala que nosotros seamos capaces
de seguir viviendo con esa misma fidelidad creativa (Vita Consecrata números 36
y 37) que tuvo la Santa.
2.-Acoger y hacer nuestra la lucidez con la que ella vivió
Sentía bullir
dentro de sí una llamada a una calidad mayor en su entrega. Lucha para poder
responder y seguir a Jesús en lo que sentía que Él la pedía. Y ese encuentro
con Jesús, la hacía sentirse cada vez más cuestionada, en su estilo de vivir la
vocación a la que Él mismo le había llamado. Quiso vivir con radicalidad su
vocación, y por eso escribe lo que leemos en el Camino de Perfección: “determiné hacer eso poquito que era en mí,
que es seguir los consejos evangélicos con toda la perfección que yo pudiese”
(1,2). Y no sólo vivirá ella ese propósito, sino también sembrará en otras hermanas
esa inquietud: “procurar que estas
poquitas que están aquí hiciesen lo mismo” (Camino 1,2).
El encuentro con
Jesús la llevó a buscar y vivir siempre en la verdad. En la oración supo
dejarse interpelar por la Verdad
e indicarnos que los que oran verdaderamente, son amigos de la Verdad , y no aman sino
verdades (cf. Camino 40,3). Una verdad que la hace descubrir su propia
realidad, amar su pobreza, amar la humildad, porque Dios es amigo de esta
virtud (cf. 6M 10,7). Eso la hizo vivir con lucidez, con realismo, pero también
con proyección de algo distinto, fiada en la fuerza de Dios que siempre invita
a abrir nuevos caminos. Desde ella nos sentimos urgidos a vivir nuestra
vocación orante, también nosotros, como carmelitas descalzos queremos
encontrarnos con el Amigo que nos ama (cf. Vida 8,5), en la oración silenciosa
de cada día, que nunca nos debe faltar.
Y esa experiencia
de Jesucristo nos llevará a vivir con apasionamiento nuestra vocación. En este
medio en el que vivimos donde ‘se pasa’ de muchas cosas, y donde nosotros
también podemos terminar por ‘pasar’, la Santa nos invita a vivir con pasión nuestra
misión. Pasión en el doble sentido de la palabra: por un lado aceptar la Pasión de Jesús, que es
saber llevar la cruz, los dolores de la vida (Lc 9,23) y por otro lado
apasionarnos, porque vivimos nuestra vocación con felicidad y el que está
contento con lo que vive no puede hacerlo con indiferencia, sino que se siente
impulsado a que otros prueben eso mismo.
3.-Dimensión eclesial y misionera
Uno de los aspectos
que el Papa Francisco nos está insistiendo en estos momentos es en la misión,
ir a las periferias (E G 20). Lo que hemos recibido es para darlo, lo recibimos
gratis y lo damos de la misma manera. Una misión que no la hacemos por cuenta
nuestra, sino que somos enviados. Y somos enviados por Jesús y desde la Iglesia. En esta
Iglesia concreta, que nos duele, nos anima, nos arropa. Como sabemos Santa
Teresa rezuma en sus escritos un amor a la Iglesia , a los prelados, a los defensores de la Iglesia (cf. Camino 3), a
pesar de que en algunos momentos no tuvo ella el apoyo que hubiera deseado por
parte de algunos jerarcas de la misma. Pero eso no la llevó a quitar su afecto
a la institución, sino a mirar más en profundidad y descubrir en ella la
presencia de Jesucristo.
Cuando habla de la Iglesia suele poner por
delante el adjetivo vuestra, es obra de Él, de Jesucristo. Y esta
realidad de la Iglesia
se muestra a través de mediaciones. Y nosotros que nos encontramos entre esos
defensores de la Iglesia ,
tenemos que preguntarnos cómo mostramos ese rostro del Evangelio, de Jesús a
través de nuestra misión; ojalá que sea como quería nuestra Santa.
Una Iglesia y una
misión que implica salir. Eso significa que, en la medida de nuestras
posibilidades, tenemos que salir, sin miedo o por lo menos dejando de lado
temores que podamos tener. Y tenemos muchas formas de salir: desde la oración,
en el silencio, escribiendo, en el apostolado directo. Hoy en día cuando se
valora tanto el ENCUENTRO, nosotros no podemos quedarnos encerrados. Con
nuestras capacidades, y Dios nos ha dado muchos talentos, tenemos que salir,
llevar tanta riqueza que tenemos en lo individual, en lo comunitario, en lo
carismático. Nosotros somos instrumentos y eso es lo que se nos pide, que
seamos buenos instrumentos.
Salir al encuentro
se hace también con la presencia en las redes sociales, páginas web, en
nuestros mensajes (mails). Recordamos tantas cartas que escribió Santa Teresa y
cómo generalmente en algún momento del escrito hablaba de Jesús, y no perdía
ocasión, como dice S. Pablo (‘a tiempo y a destiempo’ II Tim 4,2), de anunciar
el Evangelio.
4.-En el proceso en el que estamos embarcados como carmelitas descalzos
en España
Estamos en una
coyuntura en España que nos invita a abrirnos a algo nuevo. Santa Teresa tiene
algo que decirnos en este momento. Creo que nos está impulsando, como el Papa
Francisco en este Sínodo de la
Familia , a la parresía (Fil 1,20; I Tes 2,2) que es un
dejarse guiar por la fuerza del Espíritu. Si Teresa de Jesús se hubiera dejado
llevar de sus temores humanos habría hecho poco. Pero ella confiando en el
Señor (sin blanca: Vida 33,12; Fundaciones 21,2) comenzó a realizar cosas que
para aquel tiempo tampoco eran fáciles, seguramente que muchos las calificaron
de ‘locura’. Pero claro, en nombre de Dios se pueden hacer muchas cosas.
Una ilimitada
confianza en el Señor, nos invita en estos momentos de reestructuración a vivir
esa misma actitud que Teresa. ¿Todos están de acuerdo? No, ciertamente. Pero
hay una mayoría que sí cree que puede ser un camino, pensado con humildad y
buscando alguna salida a nuestra situación concreta. Significa que todos
tenemos que ponernos en la misma dirección, con las divergencias normales, con
la lógica diversidad.
Seamos realistas y
pensemos que el Señor nos invita a abrir caminos nuevos. Pues si seguimos como
hasta ahora, ya sabemos hacia dónde vamos y lo que nos queda. ¿Por qué no
probar algo distinto? No por impulsos locos, ni por modas, ni porque otros lo
hacen, sino porque creemos que el Espíritu nos pide algo diferente.
Toda propuesta que
ofrece algo novedoso, no se lleva a cabo sin obstáculos, sin despojos, sin
sufrimientos. Por eso hay que hacer juntos este camino. La Santa no realizó su sueño
ella sola, sino que en su celda de la Encarnación , sabemos que se juntaba con otras
hermanas que querían y soñaban con algo nuevo (Vida 32,10-11).
En algunos momentos
la conversión o el cambio de ciertos aspectos de la vida son difíciles, pero es
una exigencia puramente personal que hay que realizar. Pero en otros momentos se
requiere un cambio institucional, aunque esta realidad sea más difícil y
compleja; una estructura no cambia ni se mueve con facilidad. Pero meternos en
este camino es ofrecernos, es ofrecer, es soñar con algo diverso, es apoyar
algo nuevo, y esto no se hace sin sufrimientos (“mudar costumbre es muerte”, como escriba la Santa en una carta a Doña
Luisa de la Cerda ,
7 noviembre 1571).
No tenemos muchas
riquezas para compartir, sino nuestras pobrezas. Dar lo que somos que es más
que lo que tenemos. Pues lo que somos puede ir creando una realidad distinta. Experimentarnos
pobres nos abre a la necesidad, al compartir con el otro, a sentir que no somos
autosuficientes. Y de esa pobreza el Señor puede hacer que surja algo nuevo,
como vemos en el himno de Filipenses, Cristo se hizo pobre, se hizo esclavo y
Dios lo levantó sobre todo (cf. 2, 6-11).
Por eso, en este
momento de cambio de época, sentimos que el Señor nos llama a algo
cualitativamente distinto. No es que seamos mejores que los anteriores, ni
mucho menos. Hoy como ayer y como en el futuro tenemos que tratar de vivir con
exigencia la vocación y el carisma, ayudados por la gracia de Dios y por el
apoyo de los hermanos.
Lo vemos en la Santa , que deja el
monasterio de la
Encarnación , porque siente que allí no puede llevar adelante
lo que descubría en su interior como una llama, y eso no significa que en ese
monasterio las hermanas no vivían como debían, es otra cosa. Nosotros en estos
momentos estamos llamados a recuperar con más fuerza el ‘propósito de vida’, lo
que inspiró nuestra vocación, nuestra espiritualidad, la realidad del carisma
en nuestra vida para poder presentarlo ante el mundo de un modo más nítido. Ofrecer
algo distinto, algo nuevo, más evangélico, más teresiano, algo que pueda mover
más a los jóvenes hoy día.
5.-Abiertos al futuro
Ciertamente que hay
muchos actos programados para vivir y hacer vivir a quien lo desee este V
Centenario del nacimiento de Santa Teresa. Pero las fechas del calendario nos
dicen que el 15 de octubre del 2015 se realizará la clausura de este
acontecimiento, ¿y entonces? ¿qué haremos? No podemos cerrar una página como
algo cumplido y concluido. Sino que este acontecimiento tiene que dejar en
nosotros algo a vivir de un modo permanente.
Este tiempo del V
Centenario tiene que ayudarnos a fortalecer nuestra vocación profética: “La
contemplación abre a la actitud profética. El profeta es un hombre ‘que tiene
los ojos penetrantes y que escucha y dice las palabras de Dios…un hombre de
tres tiempos: promesa del pasado, contemplación del presente, ánimo para
indicar el camino hacia el futuro’…” (Alegraos, carta de la CIVCSVA 2014, 6).
Podemos decir que
esto lo vivió Teresa de Jesús y que eso ha quedado también en nuestra vocación. Caminos nuevos
hacia el futuro, dejar los caminos de siempre para lanzarnos a algo distinto,
arriesgando nuestra vida en el nombre del Señor y de su Evangelio. Vivir una
vida cuestionadora hacia afuera, y preguntarnos nosotros para vivir un
constante proceso de revisión, de conversión, para dar frutos nuevos personal y
comunitariamente. No basta con indicar a otros el camino, nosotros somos los
primeros que tenemos que lanzarnos en ese camino que creemos hoy Dios nos pide.
Siempre el futuro suele tener una connotación de
inseguridad. Ya le pasó a Teresa cuando escuchaba lo que después escribió: “Ahora, tornando a
los que quieren ir por él y no parar hasta el fin, que es llegar a beber de esta
agua de vida, cómo han de comenzar, digo que importa mucho, y el todo, una
grande y muy determinada determinación de no parar hasta llegar a ella, venga
lo que viniere, suceda lo que sucediere, trabájese lo que se trabajare, murmure
quien murmurare…como muchas veces acaece con decirnos: «hay peligros», «fulana
por aquí se perdió», «el otro se engañó», «el otro, que rezaba mucho, cayó»,
«hacen daño a la virtud», «no es para mujeres, que les podrán venir ilusiones»,
«mejor será que hilen», «no han menester esas delicadeces», «basta el
Paternóster y Avemaría»” (Camino de
Perfección 21,2).
También nosotros podemos quedarnos en lo de siempre,
tranquilitos, sin moverse demasiado ni pretender otras cosas que lo que nos da
nuestro pequeño horizonte. Pero si queremos ser hijos de tal Madre, tenemos que
estar dispuestos a arriesgarnos por algo nuevo. Quizá no encontraremos muchas
gentes que nos impulsen en este sentido, pero sería una pena que no diéramos
pasos hacia algo que muestre de verdad signos nuevos, apertura a algo creativo,
a romper lo caduco, ese mundo que debe quedar atrás, ese hombre viejo que puede
atenazarnos y ser hombres nuevos, carmelitas teresianos nuevos, dejándose
llevar por la Novedad
del Espíritu.
Una realidad que
nos invita a vivir con profundidad nuestra Identidad. Sabemos lo que dicen
nuestras Constituciones y ojalá que, cada día, profundicemos la maravillosa
doctrina que allí está presente. Ser carmelitas descalzos, que se manifiesta en
un obrar acorde a lo que un día nos comprometimos a vivir. Todo esto hecho con
disponibilidad, con libertad. Vivir y manifestar nuestra identidad como
carmelitas descalzos, de tal manera que el carisma se haga presente allí donde
estamos.
El Papa Francisco insiste en la alegría. De hecho su
Exhortación Apostólica, como sabemos lleva por título ‘La alegría del
Evangelio’ (2013) y allí leemos: “ojalá que el mundo actual pueda recibir la Buena Nueva …a través
de ministros del Evangelio, cuya vida irradia el fervor de quienes han
recibido, ante todo en sí mismos, la alegría de Cristo” (número 10).
No tengo necesidad de recorrer los muchos pasajes de la vida
y escritos de la Santa
donde se habla o se manifiesta cómo ella vivía con alegría y exhortaba a sus
hijas a vivir del mismo modo, característica que debe mostrar todo seguidor de
Jesús. No cabe duda que es uno de los signos de satisfacción en la vida y uno
de los mejores modo de evangelizar (cf. Fundaciones 5,10). El encuentro
profundo con Jesús en la
Eucaristía tiene la virtud de transformar nuestros pesimismos
en esperanzas, como a los discípulos de Emaús (Lc 24).
Estamos en la casa
donde la Virgen
es la Señora ,
la dueña del lugar, la que nos lleva a Jesús, la que nos acoge, nos recibe, nos
escucha y nos impulsa a continuar nuestra misión con fortaleza y alegría. Por
eso le pedimos a ella, cuyo hábito indignamente traemos (3M 1,2) que sea
impulso para nuestra vida, creatividad en nuestra vocación, renovación en
nuestras comunidades, fortaleza en nuestra misión; “Madre del evangelio
viviente, manantial de alegría para los pequeños, ruega por nosotros” (Papa
Francisco).
Fr. Carmelo
Hernández, ocd
Superior Provincial
Burgos octubre 2015
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