Ciudad
del Vaticano, 17 de mayo 2015 (VIS).-''Todo discípulo de Cristo está llamado a
ser testigo de su resurrección, especialmente en aquellos entornos en los que
es más fuerte el olvido de Dios y el desamparo del ser humano'', ha dicho el
Papa en la homilía pronunciada durante la misa de canonización de cuatro nuevas
santas: Jeanne-Emilie De Villeneuve, (1811-1854), religiosa francesa, fundadora
de la Congregación
de las Hermanas de la
Inmaculada Concepción de Castres; Maria Cristina de la Inmaculada Concepción
(Maria Cristina Brando), religiosa italiana, fundadora de las Hermanas Víctimas
Expiadoras de Jesús Sacramentado 1856-1906); Marie Alphonsine Danil Ghattas,
(1843-1927), religiosa palestina, fundadora de la Congregación de las
Hermanas del Rosario de Jerusalén y Maria de Jesús Crucificado (Maryan
Bouardy), palestina, , Carmelita descalza(1846-1878). En la solemne ceremonia,
que tuvo lugar en la Plaza
de San Pedro, llena de fieles, estuvieron presentes más de dos mil cristianos
de Oriente Medio, el presidente palestino Mahmud Abbas, el Patriarca latino de
Jerusálen Fouad Twal, y una delegación israelí que el Pontífice saludó al final
de la celebración.
El
Santo Padre, citando los Hechos de los Apóstoles, recordó que la misión de
anunciar a Jesús, de cuya resurrección éstos fueron testigos oculares, no es
una tarea individual, sino comunitaria. Gracias al testimonio de los Doce
muchos creyeron y, de la fe en Cristo resucitado, nacieron y siguen naciendo
comunidades cristianas. ''También hoy nosotros -dijo- basamos nuestra fe en el
Señor resucitado en el testimonio de los Apóstoles llegado hasta nosotros a
través de la misión de la
Iglesia. Nuestra fe está firmemente ligada a su testimonio
como una cadena ininterrumpida y extendida a lo largo de los siglos no sólo por
los sucesores de los Apóstoles, sino por generaciones y generaciones de
cristianos. A imitación de los Apóstoles todo discípulo de Cristo está llamado
a ser testigo de su resurrección, especialmente en aquellos entornos en los que
es más fuerte el olvido de Dios y el desamparo del ser humano''.
Para
que esto suceda, ''debemos permanecer en Cristo resucitado y en su amor'', como
hizo Sor Jeanne Emilie de Villeneuve, que consagró su vida a Dios y a los
pobres,a los enfermos, a los encarcelados, a los explotados, convirtiéndose
para ellos y para todos en signo concreto del amor misericordioso del Señor''.
Ese mismo amor conquistó a otra de las nuevas santas, Sor María Cristina
Brando, que, del encuentro con Jesús resucitado, presente en la Eucaristía , ''recibía
la fuerza para soportar el sufrimiento y entregarse como pan partido a tantas
personas alejadas de Dios y hambrientas de amor verdadero''.
Otro
aspecto esencial del testimonio es la unidad entre los discípulos, a imagen de
la que existe entre Cristo y el Padre. ''De ese amor eterno entre el Padre y el
Hijo, que se derrama en nosotros por medio del Espíritu Santo -explicó el Papa-
cobran fuerza nuestra misión y nuestra comunión fraterna; de él brota siempre
de nuevo la alegría de seguir al Señor en el camino de su pobreza, de su
virginidad y obediencia; y ese mismo amor nos llama a cultivar la oración
contemplativa''. Fue el amor que sintió Sor María Baouardy que, ''humilde y
analfabeta, fue capaz de dar consejos y explicaciones teológicas con extrema
claridad, fruto del diálogo continuo con el Espíritu Santo. La docilidad al
Espíritu la hizo también instrumento de encuentro y comunión con el mundo
musulmán''. Y, de la misma manera, Sor Marie Alphonsine Danil Ghattas
''entendió muy bien lo que significa irradiar el amor de Dios en el apostolado,
convirtiéndose en testigo de la mansedumbre y la unidad, dándonos así un claro
ejemplo de lo importante que es hacernos responsables unos de otros, y de vivir
unos al servicio de los otros''.
Las
cuatro nuevas santas que permanecieron en Dios y en su amor para anunciar con
su palabra y su vida la resurrección de Jesús, dando testimonio de la unidad
entre nosotros, y de la caridad para con todos, concluyó Francisco, interpelan
nuestra vida cristiana.
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