Nosotros disfrutamos estas dos fiestas con una alegría que
nos lleva hasta las lágrimas. ¡Es que hoy nos unimos a todas las almas que
están en el Cielo con el Señor!
Y la maravilla es que asi vemos unidos a nosotros no solo a
los santos que conocemos, sino también a todos los familiares y amigos nuestros
que tengan la Gracia
de estar ya en Presencia de nuestro Dios. Personas simples, olvidadas quizás
por el mundo, pero que gozan la compañía de nuestro Dios tan amado. Hoy es día
de Gracia porque el Cielo quiere que elevemos nuestra mirada y veamos la Gloria que nos llama, que
nos invita, que es la
Santidad a la que Dios aspira nos elevemos.
Y el sábado, una
hermosa fiesta que también nos emociona hasta las lágrimas, la fiesta de
nuestros fieles difuntos, aquellos que aún están en el Purgatorio,
purificándose para entrar al Reino prometido. Son almas benditas, porque ya
están salvas, y lo saben. Sólo que primero deben terminar de purificarse para
poder enfrentar la visión Beatífica de aquel ante el cual hasta los ángeles se
arrodillan en Su Presencia. Ellas necesitan hoy más que nunca nuestra ayuda con
oraciones y Misas, para acortar esa purificación.
Las almas pueden, cuando Dios les concede esa gracia,
manifestarse de diversos modos a nosotros, pidiendo por nuestra oración, perdón
y acompañamiento. Santa Gertrudis la
Grande recibió muchas revelaciones de Jesús, y también muchas
gracias obtenidas a través de las almas. Ella fue, de este modo, un instrumento
que Dios les concedió a las almas purgantes, revelándose así muchos de los
misterios que aquí relatamos y también los pedidos de ayuda y oración. El
propio Jesús le reveló a Santa Gertrudis ésta oración, diciéndole que El
liberaría mil almas del Purgatorio cada vez que se dijera:
"Eterno Padre,
te ofrezco la
Preciosísima Sangre de Tu Divino Hijo, en unión con todas las
Misas celebradas hoy en todo el mundo, por todas las Santas Almas del
Purgatorio. Amén".
Santa Gertrudis fue ferozmente tentada por el demonio cuando
estaba por morir. El espíritu demoníaco nos reserva una peligrosa y sutil
tentación para nuestros últimos minutos. Como no pudo encontrar un asalto lo
suficientemente inteligente para ésta Santa, él pensó en molestarla en su
beatífica paz sugiriéndole que iba a pasar larguísimo tiempo en el Purgatorio,
puesto que ella desperdició sus propias indulgencias y sufragios en favor de
otras almas. Pero Nuestro Señor, no contento con enviar Sus Angeles y las miles
de almas que ella había liberado, fue en Persona para alejar a Satanás y
confortar a Su querida Santa. El le dijo a Santa Gertrudis que a cambio de lo
que ella había hecho por las almas benditas, la llevaría directo al Cielo y
multiplicaría cientos de veces todos sus méritos.
Las almas tienen en nosotros a quienes pueden ayudarlas a
sufrir menos, por lo que buscan que tengamos presente su existencia, su dolor y
sufrimiento, y también su bendición de ser almas que ya están salvadas. Cuando
un familiar nuestro fallece, debe ser motivo de inmensa alegría pensar que el
alma está en el Purgatorio, que se ha salvado. Pero también, y mucho más
importante aún, es la necesidad urgente y apremiante de orar e implorar a Dios
por esta alma, para que sea liberada.
Cuando un alma tiene que purgar las penas derivadas de lo
que le hizo a alguien que aún está vivo (falta de amor u ofensas), tiene en el
perdón de esa persona el modo directo de acortar el sufrimiento. Por eso es que
las almas están particularmente atentas a la oración de estos familiares o
amigos con los que mantienen ataduras originadas en la falta de amor que
tuvieron en vida. Buscan el perdón, el restablecimiento de la cadena de amor
que no sólo ayuda al alma purgante, sino al que está en la tierra aún, porque
el rencor, el resentimiento y el odio dañan a esa alma también. En definitiva,
lo que une a las almas purgantes con nosotros es el amor. Nuestro amor hacia
ellas acorta sus penas, y el amor de ellas hacia nosotros obra ante Dios, para
que El nos ayude en las pruebas físicas y espirituales que enfrentamos en la
vida terrenal que aún debemos recorrer.
¡Ayudemos a las
almas!
Es nuestra obligación suprema, como cristianos, ayudar a las
almas purgantes a ser liberadas con prontitud. No sólo las de nuestros
familiares y amigos están allí esperando nuestra ayuda, sino las de millones de
almas que agradecerán multiplicando por mil los favores recibidos, cuando
entren al Reino y puedan interceder por nuestras propias almas ante Dios. Debemos
ser conscientes que los sufrimientos del Purgatorio son indecibles, como paso
previo al entendimiento de la necesidad de acortar su pena. Tan lastimoso es el
sufrimiento de ellas que un minuto de ese horrible fuego parece ser un siglo.
Tomado de Benditas Almas
No hay comentarios:
Publicar un comentario