viernes, 1 de noviembre de 2013

DIOS NOS ABRE LAS PUERTAS DEL CIELO

Nosotros disfrutamos estas dos fiestas con una alegría que nos lleva hasta las lágrimas. ¡Es que hoy nos unimos a todas las almas que están en el Cielo con el Señor!

Y la maravilla es que asi vemos unidos a nosotros no solo a los santos que conocemos, sino también a todos los familiares y amigos nuestros que tengan la Gracia de estar ya en Presencia de nuestro Dios. Personas simples, olvidadas quizás por el mundo, pero que gozan la compañía de nuestro Dios tan amado. Hoy es día de Gracia porque el Cielo quiere que elevemos nuestra mirada y veamos la Gloria que nos llama, que nos invita, que es la Santidad a la que Dios aspira nos elevemos.

La Misericordia de Dios es la que tiende el puente a nuestra glorificación, por los méritos ganados en la Cruz aquel día en el Golgota. Jesús mismo compró esa Misericordia del Padre, y es hoy El Señor de la Misericordia que nos llama, nos espera.

 Y el sábado, una hermosa fiesta que también nos emociona hasta las lágrimas, la fiesta de nuestros fieles difuntos, aquellos que aún están en el Purgatorio, purificándose para entrar al Reino prometido. Son almas benditas, porque ya están salvas, y lo saben. Sólo que primero deben terminar de purificarse para poder enfrentar la visión Beatífica de aquel ante el cual hasta los ángeles se arrodillan en Su Presencia. Ellas necesitan hoy más que nunca nuestra ayuda con oraciones y Misas, para acortar esa purificación.
Las almas pueden, cuando Dios les concede esa gracia, manifestarse de diversos modos a nosotros, pidiendo por nuestra oración, perdón y acompañamiento. Santa Gertrudis la Grande recibió muchas revelaciones de Jesús, y también muchas gracias obtenidas a través de las almas. Ella fue, de este modo, un instrumento que Dios les concedió a las almas purgantes, revelándose así muchos de los misterios que aquí relatamos y también los pedidos de ayuda y oración. El propio Jesús le reveló a Santa Gertrudis ésta oración, diciéndole que El liberaría mil almas del Purgatorio cada vez que se dijera:

 "Eterno Padre, te ofrezco la Preciosísima Sangre de Tu Divino Hijo, en unión con todas las Misas celebradas hoy en todo el mundo, por todas las Santas Almas del Purgatorio. Amén".

Santa Gertrudis fue ferozmente tentada por el demonio cuando estaba por morir. El espíritu demoníaco nos reserva una peligrosa y sutil tentación para nuestros últimos minutos. Como no pudo encontrar un asalto lo suficientemente inteligente para ésta Santa, él pensó en molestarla en su beatífica paz sugiriéndole que iba a pasar larguísimo tiempo en el Purgatorio, puesto que ella desperdició sus propias indulgencias y sufragios en favor de otras almas. Pero Nuestro Señor, no contento con enviar Sus Angeles y las miles de almas que ella había liberado, fue en Persona para alejar a Satanás y confortar a Su querida Santa. El le dijo a Santa Gertrudis que a cambio de lo que ella había hecho por las almas benditas, la llevaría directo al Cielo y multiplicaría cientos de veces todos sus méritos.

Las almas tienen en nosotros a quienes pueden ayudarlas a sufrir menos, por lo que buscan que tengamos presente su existencia, su dolor y sufrimiento, y también su bendición de ser almas que ya están salvadas. Cuando un familiar nuestro fallece, debe ser motivo de inmensa alegría pensar que el alma está en el Purgatorio, que se ha salvado. Pero también, y mucho más importante aún, es la necesidad urgente y apremiante de orar e implorar a Dios por esta alma, para que sea liberada.

Cuando un alma tiene que purgar las penas derivadas de lo que le hizo a alguien que aún está vivo (falta de amor u ofensas), tiene en el perdón de esa persona el modo directo de acortar el sufrimiento. Por eso es que las almas están particularmente atentas a la oración de estos familiares o amigos con los que mantienen ataduras originadas en la falta de amor que tuvieron en vida. Buscan el perdón, el restablecimiento de la cadena de amor que no sólo ayuda al alma purgante, sino al que está en la tierra aún, porque el rencor, el resentimiento y el odio dañan a esa alma también. En definitiva, lo que une a las almas purgantes con nosotros es el amor. Nuestro amor hacia ellas acorta sus penas, y el amor de ellas hacia nosotros obra ante Dios, para que El nos ayude en las pruebas físicas y espirituales que enfrentamos en la vida terrenal que aún debemos recorrer.

 ¡Ayudemos a las almas!

Es nuestra obligación suprema, como cristianos, ayudar a las almas purgantes a ser liberadas con prontitud. No sólo las de nuestros familiares y amigos están allí esperando nuestra ayuda, sino las de millones de almas que agradecerán multiplicando por mil los favores recibidos, cuando entren al Reino y puedan interceder por nuestras propias almas ante Dios. Debemos ser conscientes que los sufrimientos del Purgatorio son indecibles, como paso previo al entendimiento de la necesidad de acortar su pena. Tan lastimoso es el sufrimiento de ellas que un minuto de ese horrible fuego parece ser un siglo.
Tomado de Benditas Almas

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