Para los 
Carmelitas Descalzos, la solemnidad de San José conlleva unas connotaciones muy 
peculiares. Efectivamente, Santa Teresa de Jesús le quería de una manera 
especial y puso toda su obra de fundadora bajo su patrocinio. Lo presenta como 
maestro de oración, ya que durante toda su existencia tuvo un trato íntimo con 
Jesús y la oración es tratar de amistad con el Señor, con intensidad y 
frecuencia. 
Los dos 
principales aspectos que hacen de San José uno de los personajes más importantes 
de toda la historia de la salvación son su descendencia davídica (que él 
transmite a Jesús) y su condición de justo.
Respecto al 
primer punto, recordemos que José pertenece a la estirpe de David (cf. Mt 1,20). 
En cuanto que Jesús es legalmente el «hijo de José» (Lc 4,22), puede reclamar 
para sí el título mesiánico de «hijo de David» (cf. Mt 22,41-46), dando 
cumplimiento en su persona a las promesas hechas a su antepasado: «Mantendré el 
linaje salido de ti y consolidaré tu reino» (2Sam 7,12ss). José es el anillo que 
une a Jesús con la historia de Israel, desde Abrahán en adelante, según la 
genealogía de Mateo (Mt 1,1-16) y con las esperanzas de toda la humanidad, desde 
Adán, según la genealogía de Lucas (Lc 3,23-38).
Respecto al 
segundo punto, cuando la escritura llama «justo» a José, quiere decir, ante 
todo, que es un hombre de fe, que ha acogido en su vida la Palabra de Dios y su 
proyecto sobre él. Como Abrahán, ha renunciado a sus seguridades y se ha puesto 
en camino, sin saber adónde iba, fiándose de Dios. De esta manera, se convierte 
en modelo de todos los creyentes, que viven una fe inquebrantable en la bondad 
de Dios, acogiendo su Palabra con solicitad, obedeciendo incondicionalmente a su 
voluntad. Jesús mismo aprendió de San José, en su infancia, la obediencia dócil 
a Dios, el amor a su familia, la oración silenciosa, la laboriosidad y la 
honestidad.
P. Eduardo 
Sanz de Miguel, o.c.d.
 

 
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