MENSAJE
A LA JUVENTUD
Teresa
tiene mucho que decirnos a todos. Su mensaje a la juventud es de innegable
actualidad.
De
los jóvenes que la trataron y rondaron, no le convenció ninguno. Son muy
superficiales, dijo.
Hoy
buena parte de la juventud es sana, consciente, responsable. Sabe a dónde va y
está bien enrutada. Pero hay otros muchos que hablan estupendamente. Da gusto
escucharles. Se les ve ilusionados por ser auténticos, por realizarse
plenamente, por cultivar los valores humanos y por construir un mundo nuevo más
humano y más unido. Señalan muy bien la meta. Dicen querer alcanzarla. Pero no
les gusta el camino que conduce a ella. Y muchos se apartan de él. Y ésta es la
misión de Teresa: señalar la ruta a la juventud de hoy; recordarle que él único
camino que conduce a la plena realización humana es el esfuerzo, la
autodisciplina, el control de sí mismo .
El
mensaje es de innegable actualidad cuando tanta juventud se muestra alérgica a
toda norma y proclama como única regla valida su propio capricho, su talante,
el me gusta, no me gusta, me nace, no me nace. No hay pedagogo ni formador
serio que apruebe tal actitud. Al contrario, todos ellos, a cuantos aspiran a
formar su carácter y personalidad, les exigen borran de su vocabulario esas
palabras – me gusta, no me gusta- sustituyéndolas por debo o no debo. Y actuar
en consecuencia. Y la experiencia les da la razón. Sin autodisciplina, sin
control de si mismo no se forja el hombre.
"Jamás
me dejaré llevar por el sentimiento y por el corazón, sino por la razón y mi
conciencia". "Todavía soy muy orgullosa. Me propondré abatir hasta
los últimos gérmenes del amor propio", escribió Santa Teresa.
Aquí
está el remedio. Mal le hubiera ido a Teresa de no haber puesto en práctica
esta resolución, dado su gran fondo de orgullo y su tendencia a obrar
independientemente y con altivez. Ella nos habla de las "rabietas
feroces" que le daban de pequeña. De sus "rezongos"; de su
repugnancia a obedecer. De que, en ocasiones, "siente sublevarse todo su
ser" De que todavía a sus 17 años, en el colegio, llegó a botar con rabia
un dulce que le dieron por creerlo muy chico. Pero al menos desde los nueve
años, se propuso muy en serio controlarse. Y humillándose cada vez que
quebrantaba su propósito, y dominando sus impulsos las más de las veces, logró
alcanzar la ecuanimidad, dulzura y apacibilidad que admiraron todos en ella.
"Debo
esforzarme por ser más amable. Me esmeraré en labrar la felicidad de los
demás". "Mi resolución: santificarme por todos".
Son
también propósitos de Juanita. Los jóvenes que aspiran la madurez humana deben
indispensablemente hacerlos suyos. Porque es principio archisabido
archirrepetido que únicamente abriéndose a los demás, dándose, saliéndose del
propio egoísmo en busca del bienestar de los otros, es como se realiza y madura
la persona humana. Es por eso lo exigió Cristo terminantemente a sus
seguidores. Y quienes no se esfuercen por vivirlo, ni llegarán a ser hombres
nuevos, ni serán capaces de construir el mundo nuevo más humano y más unido que
tanto dicen anhelar.
Ocupémonos
del prójimo, de servirle, aunque nos cueste repugnancia hacerlo. De esta manera
conseguiremos que el trono de nuestro corazón sea ocupado por su Dueño, por
Dios.
No hay comentarios:
Publicar un comentario