"Con
la autoridad de nuestro Señor Jesucristo, de los bienaventurados Apóstoles
Pedro y Pablo y con la nuestra, pronunciamos, declaramos y definimos ser dogma
divinamente revelado, que la Inmaculada Madre de Dios, siempre Virgen María,
terminado el curso de su vida terrena fue asunta en cuerpo y alma a la gloria
celestial”.
Entre
los sagrados escritores que en este tiempo, sirviéndose de textos
escriturísticos o de semejanza y analogía, ilustraron y confirmaron la piadosa
creencia de la Asunción ,
ocupa un puesto especial el doctor evangélico San Antonio de Padua. En la
fiesta de la Asunción ,
comentando las palabras de Isaías «Glorificaré el lugar de mis pies» (Is 60,
13), afirmó con seguridad que el divino Redentor ha glorificado de modo excelso
a su Madre amadísima, de la cual había tomado carne humana. «De aquí se deduce
claramente, dice, que la bienaventurada Virgen María fue asunta con el cuerpo
que había sido el sitio de los pies del Señor». Por eso escribe el salmista:
«Ven, ¡oh Señor!, a tu reposo, tú y el Arca de tu santificación». Como Jesucristo,
dice el santo, resurgió de la muerte vencida y subió a la diestra de su Padre,
así «resurgió también el Arca de su santificación, porque en este día la Virgen Madre fue
asunta al tálamo celeste».
(S.S. Pío XII, Bula Munificentissimus Deus)".
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