Unidos
a todos los pueblos de la tierra te felicitamos porque has creído.
Tú
anticipas nuestra resurrección, lo central de nuestra fe. ¡Qué fiesta tan
nuestra la tuya!
Eres
arca de la alianza que une al hombre con Dios, fuente de alegría que no cesa de
manar.
Tu
fiesta es una sinfonía de alegría que recorre nuestros adentros.
Todos
entramos, como hermanos, en tu fiesta para honor de tu Hijo Jesús, para
glorificarte a ti, Virgen María, para alegría de toda la Iglesia.
¿Qué
cantaremos contigo en este día grande de tu Asunción?
Que
en Dios hay espacio para el hombre. Esto es lo que nos dices, Virgen María.
Dios mismo es la casa con muchas moradas. Dios es la casa del hombre, su
destino, su futuro. Nos espera su abrazo de amor. María, tú vas a Dios y no te
desentiendes de lo nuestro. Los pobres, los pequeños, siempre te van a tener
con ellos. Porque Dios está muy cerca de nosotros y quien va a Dios se acerca
cada vez más a la humanidad peregrina de Dios por la esperanza. No te vas a una
galaxia desconocida. Tu corazón es tan grande que toda la creación puede entrar
en él. María, tú estás cerca. Nos escuchas, nos ayudas. No hay llanto humano
que no encuentre eco en tu corazón, no hay grito orante que no pase por tus
manos intercesoras, no hay alegría que no se recree en tu fuente. No hay
esperanza que no se renueve en tu triunfo.
Que
en el hombre hay espacio para Dios. Tú, María, una de nuestra raza, eres arca
de la alianza, icono de Dios. Llevas la presencia de Dios por los caminos,
despertando la alegría y la danza en todos los pueblos. En nosotros hay espacio
para Dios, hemos sido hechos para Él. Un mundo que se aleja de Dios no se hace
mejor sino peor. No perdemos nada cuando le abrimos la puerta a Dios, cuando le
decimos contigo: Aquí estoy. Con la fe, la esperanza y el amor le abrimos la
puerta del corazón. Con esta presencia de Dios, llenándonos por dentro,
iluminamos el mundo con sus tristezas, con sus problemas, con sus guerras y
desalientos.
Que
Dios nos aguarda, nos espera. Esta es nuestra alegría. Al ir al otro mundo, no
vamos al vacío. Nos espera la bondad del Padre, el amor de Jesús, la comunión
del Espíritu. Nos aguarda también tu bondad de Madre, como aurora y esplendor
de la Iglesia
peregrina que ansía un día alcanzar lo que Dios ha preparado para los que lo
aman. Al mirarte, Virgen de la
Asunción , se refuerza nuestra fe en la vida eterna. “El que
cree en mí, tiene vida eterna”.
Que
es tiempo de amar. Al reforzarse nuestra fe y nuestra esperanza en la vida
eterna no nos desentendemos de este mundo. Tú, María, nos enseñas a ser
testigos del amor de Dios en la vida de cada día, a ser sembradores de
esperanza y de apoyo eficaz a los más pobres, a compartir nuestro tiempo con
los más necesitados, porque si uno sufre todos sufrimos con él. Tú, María, que
vences al dragón y apareces antes nuestros ojos vestida de sol, tú que
compartes para siempre la victoria y la vida plena de Cristo, eres aliento en
nuestro camino. Contigo hacemos presente el Reino de un Dios, que siempre está
a favor de la humanidad. Dios. Si nuestra fe vacila, te miramos a ti, Faro que
alumbra nuestra noche, y nos brota una fe vivida y celebrada con el pueblo. Si
los problemas de la humanidad nos roban la esperanza, te miramos a ti, mujer en
la que se han cumplido las promesas y se acrecienta nuestra esperanza. Si el
sentido de la vida se nos debilita, te miramos a ti, embellecida por la gracia,
y de nuevo encontramos fuerzas para amar y anunciar el evangelio de tu Hijo
Jesús, para ser eucaristía.
Un abrazo desde el Santuario de la Virgen del Carmen de Burgos
Oración que Pío XII
compuso ex profeso
para la ocasión de proclamar el Dogma
“¡Oh
Virgen Inmaculada, Madre de Dios y Madre de los hombres! Nosotros creemos, con
todo el fervor de nuestra fe, en vuestra asunción triunfal en alma y cuerpo al
cielo, donde sois aclamada Reina por todos los coros de los Ángeles y por toda
la legión de los Santos; y nosotros nos unimos a ellos para alabar y bendecir
al Señor, que os ha exaltado sobre todas las demás criaturas, y para ofreceros
el aliento de nuestra devoción y de nuestro amor.
Sabemos
que vuestra mirada, que maternalmente acariciaba la humanidad humilde y
doliente de Jesús en la tierra, se sacia en el cielo a la vista de la humanidad
gloriosa de la Sabiduría
increada y que la alegría de vuestra alma, al contemplar cara a cara a la
adorable Trinidad, hace exultar vuestro Corazón de inefable ternura; y
nosotros, pobres pecadores, a quienes el cuerpo hace pesado el vuelo del alma,
os suplicamos que purifiquéis nuestros sentidos, a fin de que aprendamos desde
la tierra a gozar de Dios, sólo de Dios, en el encanto de las criaturas.
Confiamos
que vuestros ojos misericordiosos se inclinen sobre nuestras angustias, sobre
nuestras luchas y sobre nuestras flaquezas; que vuestros labios sonrían a
nuestras alegrías y a nuestras victorias; que sintáis la voz de Jesús, que os
dice de cada uno de nosotros, como de su discípulo amado: Aquí está tu hijo; y
nosotros, que os llamamos Madre nuestra, os escogemos, como Juan, para guía,
fuerza y consuelo de nuestra vida mortal. Tenemos la vivificante certeza de que
vuestros ojos, que han llorado sobre la tierra regada con la Sangre de Jesús, se
volverán hacia este mundo, atormentado por la guerra, por las persecuciones y
por la opresión de los justos y de los débiles, y entre las tinieblas de este
valle de lágrimas esperamos de vuestra celestial luz y de vuestra dulce piedad,
alivio para las penas de nuestros corazones y para las pruebas de la Iglesia y de la patria.
Creemos,
finalmente, que en la gloria, donde reináis vestida de sol y coronada de
estrellas; Vos sois, después de Jesús, el gozo y la alegría de todos los
Ángeles, de todos los Santos; y nosotros, desde esta tierra donde somos
peregrinos, confortados por la fe en la futura resurrección, volvemos los ojos
hacia Vos, vida, dulzura y esperanza nuestra. Atraednos con la suavidad de
vuestra voz para mostrarnos un día, después de nuestro destierro, a Jesús,
fruto bendito de vuestro seno, ¡oh clementísima, oh piadosa, oh dulce Virgen
María!”
No hay comentarios:
Publicar un comentario