NO
JUZGUES
Él quería que sus hijos aprendiesen a no
juzgar de manera apresurada. Por eso, a lo largo del año, mandó que cada uno de
ellos viajase hasta una localidad distante, donde había un peral plantado.
Después
de que volviese el último hijo, el hombre los reunió y pidió a cada uno que les
describiera lo que habían visto.
El
primero dijo que el árbol era feo y retorcido.
El
segundo hijo manifestó su desacuerdo, indicando que el árbol tenía hojas verdes
y estaba cubierto de preciosas flores de aroma tan dulce que él se arriesgaría
a decir que eran las flores más graciosas que había visto.
El
tercer hijo argumentó que estaban confundidos, ya que el árbol estaba repleto
de frutos dorados, bellos y sabrosos. El árbol estaba tan cargado de frutos que
estaba arqueado y lleno de vida.
El
último hijo no estuvo de acuerdo con los demás, diciendo que el árbol no tenía
flores ni frutos, aunque sí hojas coloridas con los más bellos tonos de rojo y
dorado.
El
hombre explicó a sus hijos que todos estaban en lo cierto, pues cada uno había
visto el árbol en una estación diferente. Agregó que no se puede juzgar un
árbol o a una persona por sólo una estación.
La
vida sólo puede ser cuantificado al final, cuando todas las estaciones se
completen. Quien desiste delante del invierno, pierde las delicias de las demás
estaciones.
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