El
2 de Febrero se celebra la
Presentación del Niño Jesús en el Templo y la Purificación de la Virgen María. Se
conoce también esta fiesta como "La Candelaria ".
Aunque
esta fiesta es principalmente de carácter Cristológico, en ella se conmemora un
acontecimiento muy importante en la vida de María: su purificación y la
presentación de su hijo al sacerdote en el Templo, en cumplimiento de su
obligación de consagrarlo a Dios. Y más todavía porque es ésta una fiesta de la
luz que es la que le da nombre. La fiesta de la Candelaria se llama así
porque en ella se bendicen las candelas que se van a necesitar durante todo el
año, a fin de que nunca falte en las casas la luz tanto física como espiritual.
Los fieles acuden a la Santa
misa de este día con las velas, que son bendecidas solemnemente por el
sacerdote y a continuación se hace una corta procesión entre dos iglesias
cercanas o por el interior de la misma iglesia, con las velas encendidas. Esta
fiesta tenía gran significación cuando la única luz en las casas era la de las
velas y candiles.
Esta
fiesta cierra el ciclo de Navidad y se celebra exactamente a los cuarenta días
del 25 de diciembre. A mediados del siglo V se celebraba con luces y tomó el
nombre y color de "la fiesta de las luces"
Hasta
el Concilio Vaticano II se celebraba como fiesta principalmente mariana, pero
desde entonces ha pasado a ser en primer lugar Cristológica, ya que el
principal misterio que se conmemora es la Presentación de Jesús
en el Templo y su manifestación o encuentro con Simeón. El centro, pues, de
esta fiesta no sería María, sino Jesús. María entra a formar parte de la fiesta
en cuanto lleva en sus brazos a Jesús y está asociada a esta manifestación de
Jesús a Simeón y a la anciana Ana.
Hasta
el siglo VII no se introdujo esta fiesta en la liturgia de Occidente. Al final
de este siglo ya estaba extendida en toda Roma y en casi todo Occidente. En un
principio, al igual que en Oriente, se celebraba la Presentación de Jesús
más que la Purificación
de María.
No
se sabe con certeza cuándo empezó a celebrarse la Procesión en este día.
Parece ser que en el siglo X ya se celebraba con solemnidad esta Procesión y ya
empezó a llamarse a la fiesta como Purificación de la Virgen María.
Durante mucho tiempo se dio gran importancia a los cirios encendidos y después
de usados en la procesión eran llevados a las casas y allí se encendían ante
alguna necesidad.
La
ley de Moisés mandaba que toda mujer que diese a luz un varón, en el plazo de
cuarenta días, debía acudir al Templo para purificarse de la mancha legal y
allí ofrecer su primogénito a Dios. Era lógico que los únicos exentos de esta
ley fuesen Jesús y María: Él por ser superior a esa ley, y Ella por haber
concebido milagrosamente por obra del Espíritu Santo. A pesar de ello, María
oculta este prodigio y... acude humildemente como cualquier otra mujer a
purificarse.
Los
mismos ángeles quedarían extasiados ante aquel maravilloso cortejo que atraviesa
uno y otro atrio hasta llegar al pie del altar, para ofrecer en aquellos
virginales brazos al mismo Hijo de Dios.
Una
vez cumplido el rito de ofrecer los cinco siclos legales después de la
ceremonia de la purificación, la Sagrada Familia estaba dispuesta para salir del
templo cuando se realizó el prodigio del Encuentro con Simeón, primero, y con
la ancianísima Ana, después. San Lucas nos cuenta con riqueza de detalles aquel
encuentro: "Ahora, Señor, ya puedes dejar irse en paz a tu siervo, porque han
visto mis ojos al Salvador... al que viene a ser luz para las gentes y gloria
de tu pueblo Israel..." Y le dijo a la Madre : "Mira, que este Niño está puesto para
caída y levantamiento para muchos en Israel... Y tu propia alma la traspasará
una espada...".
Menudo
contraste de la vida: El mismo Niño Jesús está llamado para ser Luz y gloria y
a la vez escándalo y roca dura contra la que muchos se estrellarán
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