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Tras
dos años de intensa labor
Reapertura de la Iglesia de Santa Teresa
Jimena Nuñes L. Revista
Así OPINION
Patrimonio.
Con el apoyo de la Embajada
de Estados Unidos en Bolivia se impulsó el proyecto de restauración de esta
infraestructura religiosa de gran valor histórico.
El Convento de Santa Teresa es
una de las construcciones más emblemáticas de la ciudad de Cochabamba, siendo su carta
de presentación una imponente fachada de piedra.
Ya
desde las afueras del recinto, precisamente al subir por la calle Baptista,
antes de llegar a la Ecuador ,
se observa la fachada de la iglesia de casi 20 metros de ancho,
enmarcada entre dos columnas laterales, de unos 12 metros de alto.
Coronando
la torre de la iglesia, se encuentran dos campanas, que repican sin cesar los
días festivos, mientras alzan vuelo las palomas que moran por el lugar. En lo
más alto del campanario, como acariciando el cielo, se observa una delgada cruz
latina.
No
es de extrañar que por toda esta infraestructura externa, algunos fieles -en
diferentes épocas- hayan confundido este lugar con una inexpugnable fortaleza
medieval.
Cruzando
la plazuela del Granado se llega hasta la puerta de acceso a la iglesia. Sobre
el portón de madera de dos puestas se observan grandes bloques de piedra
perfectamente labrados y sobrepuestos matemáticamente para formar un arco de
medio punto.
Solo
esta puerta, de considerable antigüedad y espesor, separa a la ciudad de este
espacio religioso. Al traspasar este umbral se siente como si uno retrocediera
en el tiempo, donde la majestuosidad de las obras neoclásicas se dejan percibir
en todo su esplendor, -tanto en los trabajos de escultura como de pintura-, más
ahora que estas han sido restauradas.
En
ese momento, la iglesia está vacía, debido a los trabajos de refacción que se
realizan con el financiamiento de la Embajada de los Estados Unidos; por eso se puede
apreciar el piso de mármol, donde destacan unas discretas vetas de color salón.
Un poco más al centro se encuentran dos incrustaciones de escudos de la orden
de los carmelitas, también en marmol.
Sobre
el pasillo central, en una hilera secuencial, hay cinco candelabros en forma de
araña, que parecerían estar flotando en medio del recinto.
El
esplendor que emana de los cristales de roca cortada refracta en las
estructuras metálicas de color dorado que la soportan, y el haz de luz que
emana ilumina tenuemente todo el ambiente. Cada uno de los candelabros pesa
alrededor de 75 kilos.
Estos
son algunos de los múltiples trabajos que se realizaron en la iglesia del
Convento de Santa Teresa. Solo resta refaccionar y restaurar el altar mayor,
cuyos trabajos comienzan estos días y demorarán unos meses.
Este
proyecto fue ampliamente anhelado por la comunidad de los Carmelitas Descalzos.
Anoche,
ante la presencia de muchos fieles e invitados, se realizó el acto de
reapertura de la iglesia, con la realización de un concierto de Música Gospel,
de Norteamérica.
HISTORIA Y LEGADO
El
origen y la creación de este convento se remonta a la tercera década del siglo
XVIII, cuando los pobladores de Cochabamba deseaban la fundación de un
Monasterio de Carmelitas Descalzas, ya que las jóvenes que sentían vocación por
la vida religiosa debían trasladarse hasta los conventos de Sucre, La Paz o Potosí.
El
4 de noviembre de 1724, el señor Salvador Crespo y su esposa Melchora Macías de
la Guardia
donaron su huerta de casi un manzano de extensión, la cual estaba situada a dos
cuadras de la plaza principal, en la calle de la Compañía , hoy Baptista.
El
arzobispo de La Plata
(Sucre) de entonces, doctor Gregorio de Molleda y Clerque, tramitó el permiso
correspondiente, que fue concedido por Cédula Real y firmado en el Palacio de Aranjuez
(Madrid) el 24 de julio de 1753.
La
construcción del convento demoró siete años, siendo el autor del proyecto el
jesuita Santiago Cambiazo. El 13 de octubre de 1760 llegaron desde Sucre las
primeras tres religiosas fundadoras de la ciudad de La Plata.
Toda
esta estructura fue conceptualizada como un recinto para monjas de claustro,
quienes llevaron una vida de recogimiento por muchos siglos, sin relación con
el mundo exterior.
Pero,
sin proponérselo y casi obligadas por la necesidad económica, hace poco más de
una década, las religiosas que habitan el lugar abrieron al público un sector
del convento para la conformación de un museo.
En
primera instancia, esta primera innovación fue impulsada por la hermana Carmen
Álvarez, -de profesión arquitecta-, quien construyó nuevas viviendas para las
Madres Carmelitas, pues el paso del tiempo hizo mella en su esplendor y
aparecieron grandes deterioros.
También
visualizó la creación de una escuela taller de restauración dentro el mismo
monasterio y finalmente se designó a una de las partes del claustro para
funcionar como museo.
El
2010, el convento organizó un curso de restauración de un mes, donde se planteó
la necesidad de una pronta restauración del convento. Lo que no se contaba era
con el presupuesto necesario para encararla con prontitud.
Manos
a la obra
El
padre Linton Guzmán de la
Orden Carmelitas Descalzas y actual Director del
Museo-Convento Santa Teresa, y Fray Armando Sejas de la misma orden,
historiador y administrador, asumieron el desafío de impulsar la restauración
de la iglesia.
Un
anhelo que solo pudo hacerse realidad gracias al apoyo de la Embajada de los Estados
Unidos, que invitó a los encargados del Museo a presentar un proyecto de
restauración y competir con otros programas culturales a nivel mundial.
A finales de 2012, la
congregación Carmelitas Descalzas recibe con beneplácito la noticia de que el
proyecto de restauración fue elegido y que en enero de 2014 se iniciarían los
trabajos.
Todo
el proyecto tenía un presupuesto de 200 mil dólares; la Embajada invirtió 120 mil
dólares y el convento, como contraparte boliviana, aportó entre 80 a 90 mil dólares. Dinero
que se logró reunir gracias al donativo de los feligreses y la colaboración de
otras comunidades carmelitas de España, Uruguay y Paraguay, por nombrar
algunas.
De
acuerdo al padre Linton Guzmán este trabajo fue encarado con mucho cuidado
tratando de preservar todo su patrimonio; por ello se conformó un equipo
multifuncional, entre ellos el historiador y arquitecto Carlos Lavayén, el
arquitecto encargado del proyecto Mario Moscoso, junto a otros profesionales
como: Simone Ricaldo, Ximena Santa Cruz, Marcelo Claros y Roberto Flores;
quienes desde su experiencia y ámbito de acción contribuyeron a la realización
de las distintas fases del trabajo.
Al
mismo tiempo, el padre Linton Guzmán afirmó que todos los planos fueron
aprobados por el Ministerio de Culturas, la Alcaldía de Cercado y el Colegio de Arquitectos
de Cochabamba; de esta manera se cumplieron con todas las normas establecidas
para intervenir un edificio histórico en la ciudad.
Esta
medida ayudó a preservar y respetar el 98 por ciento de toda la arquitectura
original, gracias al estudio de documentos que revelan cómo era la iglesia
primitiva.
TRABAJOS
MÚLTIPLES
Entre
las obras que se realizaron se encuentran la restauración de los altares
laterales y el altar mayor, del púlpito, los balaustres del coro alto, las
puertas, iluminación, pintura tanto de caballete como de las paredes; pero el
trabajo principal se realizó en los muros del contorno de la iglesia, debido a
su excesiva humedad.
Según
Guzmán se realizaron trabajos de excavaciones en el contorno de la iglesia,
denominados comúnmente “wayra cañones” o zanjas de ventilación, para refrescar
las paredes y evitar la humedad y el deterioro. También se cambió el piso, que
antiguamente era mosaico, el mismo que fue reemplazado por mármol.
En
cuanto al trabajo de restauración de los altares laterales, escultura y pintura
de caballete se contrató un equipo calificado de restauradores que llegó de
Sucre y Potosí, a la cabeza de Jenny Chipani, experta en restauración.
Este
equipo profesional se entregó
en
cuerpo y alma a restaurar esta magnífica obra.
En
cuanto a los materiales empleados Guzmán afirma que una gran mayoría la
obtuvieron en nuestro país, pero otros fueron traídos de Italia, como el bol de
armenia, las láminas de pan de oro de 22 y 24 que emplearán en el altar mayor.
Ésta
es una cadena de trabajo donde se cuidó hasta el más mínimo detalle y también
los costos. Un obra que queda en su máximo esplendor para alegría de los
cochabambinos.
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