Cuando no
puedan comulgar ni oír Misa, pueden comulgar espiritualmente, que es de
grandísimo provecho. Es mucho lo que se imprime el amor así del Señor». Sta
Teresa
La
comunión espiritual implica tres condiciones:
1) Expresar nuestra fe (Credo) y de modo particular en la presencia real de Cristo en la Eucaristía;
2) Expresar el deseo inmediato de estar unidos sacramentalmente con Cristo en la Eucaristía; y
3) Expresar nuestro deseo de permanecer unidos con Cristo y disfrutar los frutos que se nos proporciona la recepción sacramental de la Eucaristía.
Cada vez que se ofrece la Eucaristía al Padre, por lo tanto, se ofrece el Cuerpo de Jesucristo y se ofrece con él la Iglesia Cuerpo Cristo. De ese ofrecimiento se benefician incluso los no asistentes porque redunda en toda la vida y misión de los miembros de la Iglesia terrestre, pero también purgante. Aquí es donde, ante la imposibilidad de acudir al sacramento eucarístico podemos unirnos místicamente (espiritualmente) al sacrificio de Cristo mediante la comunión espiritual. No estamos abandonados ni por Dios ni por la Iglesia, por graves que sean las circunstancias de guerra, peste o pandemia.
La ausencia de sacramentos (signos sensibles portadores de la gracia) no significa ausencia de gracia: «La gracia no está sometida a los sacramentos» (Catecismo de la Iglesia Católica, 1275). Ciertamente los sacramentos son los medios ordinarios de acceso a la gracia, a la vida de Cristo muerto y resucitado. [...] En situaciones de impedimento para acceder a la Sagrada Comunión tenemos un «remedio» a nuestro alcance: hacer un acto de comunión espiritual.
1) Expresar nuestra fe (Credo) y de modo particular en la presencia real de Cristo en la Eucaristía;
2) Expresar el deseo inmediato de estar unidos sacramentalmente con Cristo en la Eucaristía; y
3) Expresar nuestro deseo de permanecer unidos con Cristo y disfrutar los frutos que se nos proporciona la recepción sacramental de la Eucaristía.
Cada vez que se ofrece la Eucaristía al Padre, por lo tanto, se ofrece el Cuerpo de Jesucristo y se ofrece con él la Iglesia Cuerpo Cristo. De ese ofrecimiento se benefician incluso los no asistentes porque redunda en toda la vida y misión de los miembros de la Iglesia terrestre, pero también purgante. Aquí es donde, ante la imposibilidad de acudir al sacramento eucarístico podemos unirnos místicamente (espiritualmente) al sacrificio de Cristo mediante la comunión espiritual. No estamos abandonados ni por Dios ni por la Iglesia, por graves que sean las circunstancias de guerra, peste o pandemia.
La ausencia de sacramentos (signos sensibles portadores de la gracia) no significa ausencia de gracia: «La gracia no está sometida a los sacramentos» (Catecismo de la Iglesia Católica, 1275). Ciertamente los sacramentos son los medios ordinarios de acceso a la gracia, a la vida de Cristo muerto y resucitado. [...] En situaciones de impedimento para acceder a la Sagrada Comunión tenemos un «remedio» a nuestro alcance: hacer un acto de comunión espiritual.
P. PABLO
CERVERA
Creo, Jesús
mío, que estás realmente presente
en el
Santísimo Sacramento del Altar.
Te amo sobre
todas las cosas y deseo recibirte en mi alma.
Pero como
ahora no puedo recibirte sacramentado,
ven al menos
espiritualmente a mi corazón.
Se hace una
pausa en silencio para adoración.
Como si ya
te hubiese recibido, te abrazo y me uno del todo a ti.
No permitas,
Señor, que jamás me separe de ti. Amén».
Otra fórmula
muy sencilla y muy extendida es:
«Yo quisiera, Señor, recibirte con aquella
pureza,
humildad y
devoción con que te recibió tu santísima Madre;
con el
espíritu y fervor de los santos».
S. Alfonso M Ligorio
Yo quisiera, Señor, recibirte con aquella pureza, humildad y
devoción con que te recibió tu santísima Madre con el espíritu y fervor de los
santos.
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