Cuando los discípulos rumian su tristeza ante el
fracaso del Maestro que ha muerto en la cruz, dos mujeres, lo diremos de nuevo, dos mujeres, buscan a su Amado en
la madrugada. ¡Qué aporte tan bello a la humanidad! Gracias a todas las
mujeres cercanas a nuestra familia del Carmelo Teresiano, gracias por buscar
con el corazón a Jesús y por compartir con todos nosotros historias tan bellas de
fe.
Un ángel les sale al paso: “Ya sé que buscáis a
Jesús el crucificado. No está aquí. HA RESUCITADO. Va por delante de vosotros”.
El Evangelio de la resurrección, que es el mensaje más hermoso que tiene este
mundo, no puede quedar sepultado en un sepulcro, es luz que ahuyenta la
tiniebla, es perfume que llena de buen olor el mundo entero.
¡Qué bueno que estemos aquí esta noche! ¡Todos! Los de América, los de España, los que estáis en otras naciones. “Cuando
alguien da un pequeño paso hacia Jesús, descubre que Él ya esperaba su llegada
con los brazos abiertos” (Papa Francisco). ¡Y cuánto nos espera!
Se acerca a nosotros y nos dice al oído: “Yo soy. No
tengas miedo. Yo vivo. Yo soy para ti. Yo vivo para ti. Yo danzo para ti con
gritos de júbilo”. ¡Cuántas veces escuchó Teresa de Jesús estas palabras, que
la dejaban sosegada, con fortaleza, con ánimo, con seguridad, con una quietud y
luz, que en un punto se veía hecha otra persona.
Hace unos días murió y entró en la vida Iñaki Azkuna,
el alcalde de Bilbao. Y antes de morir, compartió con el obispo Mario Iceta
estas palabras: “Cristo salió a buscarme, me encontró y me llamó. Y desde
entonces ni él me ha dejado a mí, ni yo a él”. Todos nosotros, de una u otra
manera, hemos oído esta llamada de Crsito, le hemos abierto la puerta y lo
llevamos en el corazón. Al mirarlo resucitado en nuestro interior su rostro ha
quedado dibujado en nuestras entrañas como la mejor señal de su presencia
amistosa. Ya no queremos vivir sin Él. No queremos caminar sin tan buen Amigo
al lado. Su vida es un lujo para nosotros. “Cristo es mío y todo para mí”,
cantaba alborozado Juan de la Cruz.
Una
mujer de Covarrubias, Sole, maestra en el colegio del pueblo, ha escrito un
testimonio de su fe para la revista ORAR. Os leo unas palabras: “Yo no sabría
decir en qué momento exacto de mi vida se produjo mi encuentro con Él, pero sí
sé que fue a partir de la bondad y la entrega de personas cercanas a mí. Ellas
me fueron mostrando el rostro del Dios compasivo, del Dios amor. Poco a poco y
a partir de ahí en mi vida nace la necesidad de una búsqueda personal. Esta
búsqueda será constante y me permitirá descubrir un camino por el que
transitar. Un camino no exento de dificultades y obstáculos.
Vivir y contemplar la vida desde la fe en
Jesús resucitado es un gran regalo y un gran privilegio. Desde este prisma del
ser creyente, el mundo y todo lo que hay y ocurre en él se descubre de una
forma diferente.
Dios me ayuda a vivir de una manera
agradecida, me da fuerzas para enfrentarme a los problemas de cada día. Me
ayuda a ser más humana, me hace sentir dolor por aquellos que sienten dolor y
alegría con aquellos que disfrutan cosas buenas. En mi vida diaria se hace
presente en tolo lo bueno, lo verdadero, lo bello y lo humano que hay en ella.
Dios en mi vida es equilibrio, me hace bien". Hasta aquí el testimonio.
¿Nos quedaremos nosotros al margen del encuentro con
Jesús? El Papa Francisco, con esa manera suya tan peculiar que tiene de decir las cosas y que tanto nos llega
al corazón, nos urge al encuentro con Él: “Invito a cada cristiano, en
cualquier lugar o situación en que se encuentre, a renovar ahora mismo su
encuentro personal con Jesucristo o, al menos, a tomar la decisión de dejarse
encontrar por Él, de intentarlo cada día sin descanso”.
¿Qué
nos pide Jesús cuando se encuentra con nosotros
en estaa noche de Pascua? Todos conocemos muchas palabras que nos ha
dicho Jesús: Amaos,
perdonad, orad, mostrad la compasión y la ternura con los pequeños…
Todas son
importantes. ¿Pero qué palabra nos dice esta noche? ¿Qué nos pide? La
misma que
les dice a las mujeres: “ALEGRAOS. ALEGRAOS”. La vocación de los
cristianos es
la alegría. Cristo nos trae un lujo de alegría que nada ni nadie nos
puede
quitar. “Nadie podrá quitarnos la dignidad que nos otorga este amor
infinito”
(Papa Francisco). En una procesión de Andalucía sacan por las calles a
la
Señora de la Esperanza. Alfombran las calles de romero. Al pisarlo se
extiende el perfume por el pueblo. Esta noche la Señora de la Esperanza
se convierte en Señora de la Alegría, porque el trinfo del Hijo es la
alegría de la
Madre y la alegría de la Madre es ya nuestra alegría. La mejor manera de
definirnos los
cristianos es decir que somos los hombres y mujeres de la alegría.
Jesús nos dice que volvamos a Galilea. ¿Para qué?
Para andar el mismo camino que Él anduvo: el camino de la ternura hacia los más
pequeños, los enfermos, los niños enfermos, el camino de las bienaventuranzas
que da un vuelco total a los valores de este mundo, para poner amor donde
no lo hay, para cuidar la vida, para tejer entre todos caminos de paz. “No
huyamos de la resurrección de Jesús, nunca nos declaremos muertos, pase lo que
pase. ¡Que nada pueda más que su vida que nos lanza hacia adelante!” (Papa
Francisco). Hermanos y hermanas: todos somos invitados a vivir como
resucitados, a entender la vida desde la resurrección, a pasar por este mundo
haciendo el bien. ¡Feliz Pascua! ¡Aleluya! Cristo ha
resucitado. Resucitemos con Él. ¡Aleluya!
P. PEDRO TOMAS
PROVINCIAL
BURGOS
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