sábado, 13 de diciembre de 2014

“Con agradecimiento y esperanza”

Carta a los hermanos OCD de la Provincia ‘San Juan de la cruz’
de Burgos.

“Veían grandeza de virtudes, abundancia de suavidad, bondad inmensa, amor y misericordia en Dios, beneficios innumerables que de él había recibido, ahora estando tan allegada a Dios, ahora cuando no lo estaba” (Cántico B 32,8).
Estas palabras del Santo sirven para hacerlas nuestras y dirigirnos a Dios en este día de S. Juan de la Cruz, Patrono de nuestra Provincia. Este año tan especial, antes de concluir nuestro caminar como Provincia independiente, pues en el ya cercano 2015 nos integraremos en una nueva realidad provincial más amplia.
El 19 de agosto de 1927 comenzaba nuestro caminar como nueva Provincia OCD, bajo el patrocinio de S. Juan de la Cruz. Desde entonces se ha realizado un gran despliegue de presencia carmelitana descalza en los lugares geográficos que se nos encomendaron.
A lo largo de todos estos años, ha habido muchos hermanos nuestros carmelitas descalzos que han desarrollado su vocación y misión en diversos lugares, tanto de España como de otros muchos países, especialmente en América Latina. En el año 2002 se realizó una publicación al cumplirse los 75 años de la existencia de nuestra Provincia (‘Mil Gracias derramando’), en la cual se recogía historia, personajes, lugares, comunidades, obras, en definitiva el caminar tan rico de la Provincia Burgense de S. Juan de la Cruz, desarrollada y presentada en múltiples facetas.
No menos importante es también el número de religiosos que han aportado gran esplendor para la Orden y la Iglesia a lo largo de estos años con un sin número de iniciativas. Algunas de ellas muy consolidadas, otras con trayectoria concluida, pero todas ellas marcadas por un fuerte y profundo amor al carisma por parte de hermanos que entregaron generosamente su vida.
El Papa Francisco, en la Carta Apostólica que acaba de publicar con motivo de la Celebración de este año dedicado a la Vida Consagrada, nos invita a mirar nuestro pasado con gratitud, a vivir el presente con pasión y abrazar el futuro con esperanza.
Y creo que eso mismo nos puede servir a nosotros para vivir este momento, con una cierta nostalgia, porque no puede ser de otra manera, pero para proyectarnos con realismo hacia el futuro, conocedores de que tenemos un futuro por construir, en el cual todos tenemos que poner nuestro aporte, queriendo hacer las cosas ‘de bien en mejor’ (Fundaciones 29,32). Como dice Vita Consecrata: “¡Vosotros no solamente tenéis una historia gloriosa para recordar y contar, sino una gran historia que construir! Poned los ojos en el futuro, hacia el que el Espíritu os impulsa para seguir haciendo con vosotros grandes cosas” (n. 110).
1.-Mirar el pasado con gratitud.
Este es un momento apropiado para mirar el pasado y para elevar al Señor un canto de agradecimiento por tantas obras maravillosas que en nuestra Provincia Burgense hemos podido vivir a lo largo de estos años: “El Señor ha estado grande con nosotros y celebramos fiesta” (Salmo 126,3).
Agradecidos por tantos hermanos que comenzaron esta historia de la Provincia, por los que la han continuado buscando su expansión, el engrandecimiento de la Orden, el crecimiento del Reino de Dios, poniendo en riesgo hasta su vida por la misión, haciendo que nuestro carisma fuera conociéndose, apreciándose, a través de variadas iniciativas.
Agradecidos a tantos hermanos que con su palabra, predicación, testimonio hicieron nacer y crecer la vocación carmelita descalza en muchas personas, especialmente en otros jóvenes que siguieron esa misma estela de entrega al Señor.
Agradecidos por tantos hermanos que, en definitiva, asumieron el carisma de Teresa de Jesús y de Juan de la Cruz, y lo proyectaron de muchas maneras. Hoy no sólo no desaparece esta realidad, sino todo lo contrario, toma una fuerza mayor, porque nos impulsa a nosotros a seguir siendo testigos, como ellos, de esta realidad que se ha apoderado de nuestra vida y que queremos seguir proyectando en el mundo.
A lo largo de estos años nuestros hermanos, que nos precedieron en la vocación y en la entrega total al Señor, lo que han deseado no ha sido otra cosa que agradar a Dios. Podríamos decir que quisieron poner en práctica lo expresado en la estrofa 17 del Cántico Espiritual de S. Juan de la Cruz, donde habla que el alma tiene grandes deseos, busca crecer en las virtudes, pidiendo que sea el Espíritu Santo el que las haga crecer, para que pueda “el Amado pacer entre las flores”. Y podemos decir que esto ha sido una realidad. Sin buscar ni pretender aires triunfalistas, con la humildad que nos da la verdad, podemos decir que esta ha sido una constante en nuestra Provincia Burgense.
Los hermanos que hemos vivido en ella a lo largo de estos años no hemos deseado otra cosa sino ponernos al servicio del Reino de Dios. Como indicaba anteriormente, muchas y variadas han sido las iniciativas que han ido apareciendo a lo largo de estos años: ya sea en el campo de la espiritualidad, de la misión, de la enseñanza superior, de la pastoral (santuarios, parroquias, grupos carmelitanos), de colegios, etc. En muchos lugares se aprecia no sólo el haber llevado adelante unas instituciones, que ha sido un elemento muy importante, sino también haber dejado unas huellas que, aunque nuestra presencia haya desaparecido, siguen ahí.
Damos gracias a Dios por los muchos frutos conseguidos a nivel de Iglesia, y a nivel de Orden. Frutos visibles en lo interno y en lo externo. Tantos nombres que brillan con luz propia, a los cuales vosotros, mis hermanos, conocéis muy bien. Algunos, con nombre propio, destacados en lugares muy visibles, y otros, que el Señor también conoce, que aunque no tienen una proyección hacia afuera de nuestras comunidades, han sido fieles servidores de sus hermanos en el silencio, en tantos trabajos también necesarios (sacristías, porterías, cocinas…). Agradeciendo la vida de tantos hermanos que se entregaron hasta el final de sus vidas.
Muchas iniciativas y mucha creatividad se han ido dando a lo largo de estos años. Desde la expansión en nuevas fundaciones, ya que los primeros frailes se agrupaban en pocos lugares, a dar paso a nuevos nombres geográficos que, por derecho propio, se han incorporado a la Orden a través de nuestra Provincia. Otras iniciativas las encontramos en el campo de la pastoral de espiritualidad, con un sinnúmero de actividades: confesores, predicadores de novenas, de ejercicios espirituales, profesores en universidades y facultades, publicaciones (testigo de esto es la Editorial ‘Monte Carmelo’, referencia de libros de espiritualidad y carmelitanos en España y en el extranjero), revistas (algunas ya desaparecidas, otra que siguen pujantes a pesar de los muchos años desde sus inicios), atención a las Carmelitas Descalzas, OCDS, Cofradías del Carmen, GOT, grupos carmelitanos de variada índole. Últimamente ha ido tomando fuerza todo el mundo cibernético con instituciones como el CIPE y otras… Iniciativas también en el campo de la pastoral, con presencia en parroquias, donde ha brillado no sólo el servicio pastoral, sino nuestro carisma volcado en esas instituciones de diversas maneras. Y, además, con una presencia muy visible en el centro de la Orden en tantos servicios prestados a nivel de gobierno, de enseñanza y de aportes en estamentos muy variados (Curia General, Teresianum, Colegio Internacional, etc.).
Memoria agradecida a nuestros hermanos que desde el inicio de la Provincia quisieron impulsar la realidad de la misión ‘Ad Gentes’. Realidad muy fuerte en América Latina, en varios países, especialmente en Ecuador con la misión de ‘San Miguel de Sucumbíos’.
Memoria agradecida por los hermanos que siguen desarrollando su misión en varios países de América Latina, especialmente en el Vicariato de Uruguay-Bolivia-Paraguay.
Somos herederos de un rico pasado. Herederos de muchos hermanos que con sus luces y sombras trataron de vivir con profundidad su vocación carmelitana. No se quedaron esperando, sino que ellos salieron, como quería la Santa, a ‘dar voces’ de la presencia de Jesucristo vivo (cf. 6M 6,3). El celo por la gloria de Dios (cf. I Re 19,10) les impulsó, como a aquellos primeros hermanos que vivieron en Duruelo, a evangelizar (cf. Fundaciones 14,8).
Cuando miramos el pasado es para dar gracias a Dios por tantas obras maravillosas que Él ha hecho por nosotros (cf. Hechos 14,27), pero también para recordar que no todo en estos años han sido luces. No han faltado sombras, porque somos seres humanos y nuestras intenciones no están tan purificadas como quisiéramos. De todos modos, las sombras que pueda haber habido son para que resalte mejor la luz, para que se vea que si bien las sombras son nuestras, Dios nunca nos ha abandonado y siempre ha puesto su mano, para que se viera que ese tesoro no es nuestro sino de Dios y que es un gran tesoro que llevamos en vasijas de barro (cf. II Cor 4,7).
Todas estas luces que nuestros hermanos y también nosotros mismos a lo largo de la historia de la Provincia hemos ido proyectando son para dar gloria al ‘Padre que está en el cielo’ (cf. Mt 5, 16). Por eso, este es el momento de rendir homenaje a tantos hermanos que trabajaron por el bien de la Orden, desde esta Provincia, y lograron que también ella tenga un pasado glorioso en el cual podamos gozarnos, y por el que damos gracias a Dios.
2.-Abrazar con pasión el presente
Este tiempo de Adviento nos invita a ir al desierto, como nos recordaba el Evangelio del II Domingo. Juan Bautista está en el desierto y nosotros también estamos invitados a caminar en esa misma dirección. El desierto como despojo de tantas cosas, pero, a la vez, como lugar de encuentro con el Señor (cf. Oseas 2,16). Quedarnos mirando demasiado las glorias del pasado nos puede hacer perder la perspectiva real del presente. Pensar que ese pasado sigue, y no es así. El presente es distinto, tenemos que vivir con realismo, sabiendo que el Señor nos invita a mirarnos en estas situaciones concretas y preguntarnos qué se espera de nosotros hoy con las fuerzas que tenemos.
Este presente no está exento de dificultades, distintas a las que vivieron los hermanos que nos precedieron. El Papa Francisco en su carta a la Vida Consagrada nos dice: “Conocemos las dificultades que afronta la vida consagrada en sus diversas formas: la disminución de vocaciones y el envejecimiento, sobre todo en el mundo occidental, los problemas económicos como consecuencia de la grave crisis financiera mundial, los retos de la internacionalidad y la globalización, las insidias del relativismo, la marginación y la irrelevancia social”. Realidad en la cual nosotros podemos vernos como en un espejo. Y frente a esto, ¿qué hacer? Esta realidad es como la del desierto, despojo de seguridades que teníamos.
Esta realidad no puede vencernos, desalentarnos. Nosotros creemos en Jesús que hace presente hoy la fuerza de su Resurrección y eso nos llena de alegría. El mismo Papa Francisco nos dice en la Exhortación Apostólica Evangelii Gaudium:
“Es cierto que en algunos lugares se produjo una «desertificación» espiritual, fruto del proyecto de sociedades que quieren construirse sin Dios o que destruyen sus raíces cristianas…Pero «precisamente a partir de la experiencia de este desierto, de este vacío, es como podemos descubrir nuevamente la alegría de creer…estamos llamados a ser personas-cántaros para dar de beber a los demás. A veces el cántaro se convierte en una pesada cruz, pero fue precisamente en la cruz donde, traspasado, el Señor se nos entregó como fuente de agua viva. ¡No nos dejemos robar la esperanza!” (n. 86).
Volvemos los ojos a nuestros orígenes y vemos que las fuerzas que tenían nuestros hermanos en los inicios de la Provincia no eran mucho mayores que las nuestras. Que ellos también pasaron por muchas pruebas y siempre supieron salir adelante. Tenían dentro esa ‘llama que en el corazón ardía’, que les llevaba a sobreponerse cuando aparecieron fuerzas contrarias, indiferencias, oposición. Conocemos bien lo que nos dice el Santo Padre cuando nos habla de la noche. Y esta realidad que vivimos hoy se puede equiparar a ese símbolo: “Queriendo Dios desnudarlos de hecho de este viejo hombre y vestirlos del nuevo…desnúdales las potencias y afecciones y sentidos, así espirituales como sensitivos, así exteriores como interiores, dejando a oscuras el entendimiento, y la voluntad a secas, y vacía la memoria, y las afecciones del alma en suma aflicción, amargura y aprieto...para que se introduzca y una en él la forma espiritual del espíritu, que es la unión de amor” (II N 3,3).
Por tanto, para poder seguir creciendo en el amor y tener la fuerza de Dios, hay que pasar por la desnudez y vacío de espíritu, por esas oscuras tinieblas, que nos desapegan de todo aquello a lo que estábamos aferrados; para poder manifestar y hacer que brille la confianza en Dios y que salimos adelante no por nuestras fuerzas, sino por la presencia de Dios que nunca nos abandona, que es quien realiza su obra.
En esta realidad de hoy, aunque también nosotros estemos pasando por esas noches oscuras, viviendo en el desierto, nuestra misión es ser profetas, como nos dice el Papa Francisco: “¿Qué ves en la noche, centinela? ¿Cuánto queda de la noche? Así decía el profeta Isaías (cf. 21,11-12)”. Nosotros también tenemos que ser esos centinelas: “«la radicalidad evangélica no es sólo de los religiosos: se exige a todos. Pero los religiosos siguen al Señor de manera especial, de modo profético» (29 noviembre 2013)” (papa Francisco carta año VC).
Las situaciones que vivimos pueden llenarnos de pesimismo, desesperanza, escepticismo. Como nos recuerda el Papa Francisco, podemos dejar que en nuestra vida aniden el individualismo, crisis de identidad, caída del fervor (cf. EG 78).
En realidad el gran mal no es que entren estas situaciones y otras en nuestra vida personal o en nuestras comunidades, sino que dejemos que aniden, que echen raíces y que nos hagan perder el horizonte de nuestra vocación y misión como carmelitas descalzos. Eso es lo que nos hará infieles, lo que hará que crezca la insatisfacción, lo que no nos permitirá mirar con otros ojos las nuevas realidades que el Señor Resucitado pone ante nosotros. Dice el Papa Francisco: “Las nuevas situaciones de penuria han de ser afrontadas por tanto con la serenidad de quien sabe que a cada uno se le pide no tanto el éxito, cuanto el compromiso de la fidelidad. Lo que se debe evitar absolutamente es la debilitación de la vida consagrada, que no consiste tanto en la disminución numérica, sino en la pérdida de la adhesión espiritual al Señor y a la propia vocación y misión” (VC 63)”.
Por tanto, vivamos fielmente, con esa fidelidad renovada y creativa, lo esencial de nuestra vocación, el ser comunidades orantes al servicio del Reino de Dios.
3.-Vivir con esperanza el futuro.
La incertidumbre es una realidad en nuestra vida. En algunos momentos es más fuerte, en otros es más llevadera. El Santo Padre Juan de la Cruz, nos invita a vivir en Esperanza. Confiando plenamente en esa presencia de Dios que nunca nos falta: “No me quitarás, Dios mío, lo que una vez me diste en tu único Hijo Jesucristo, en que me diste todo lo que quiero” (Oración del alma enamorada). Y con esa confianza nos lanzamos a vivir el futuro.
Como señala el Papa en su carta a los consagrados en este año: “Precisamente en estas incertidumbres, que compartimos con muchos de nuestros contemporáneos, se levanta nuestra esperanza, fruto de la fe en el Señor de la historia, que sigue repitiendo: «No tengas miedo, que yo estoy contigo» (Jr 1,8) La esperanza de la que hablamos no se basa en los números o en las obras, sino en aquel en quien hemos puesto nuestra confianza (cf. 2 Tm 1,12) y para quien «nada es imposible» (Lc 1,37)”.
Nosotros confiamos, por encima de todo en el nombre del Señor Dios nuestro, no en nuestras fuerzas (cf. Salmo 20,8). Y este momento es propicio para recordar las imágenes de la noche y del desierto en S. Juan de la Cruz. Vivimos esta experiencia de Dios que quiere hablarnos al corazón, y esto requiere una escucha y estar sólo para Él. “El desamparo del desierto exige nuevos vestidos, el conocimiento de sí y la verdad humilde. El hombre en el desierto está solo ante Dios sólo” (G C).
Unas realidades que no podemos olvidar, se nos acabaron muchas luces y certezas; es el momento de caminar en la noche sin muchos arrimos. Ahora es tiempo de despojo y pobreza. Pero de nuevo es el momento de volver a proclamar como en la Canción 25 del Cántico Espiritual: “A zaga de tu huella”, porque queremos seguir los rastros del Señor hoy en nuestra vida, en nuestras comunidades, en nuestro mundo; “las jóvenes discurren al camino”, nosotros también, ‘almas devotas’, queremos seguir siendo voz profética y vivir el seguimiento radical de Cristo, imitando más de cerca la vida de nuestro Señor; queremos seguir siendo ‘los nuevos amadores’, entregando nuestra vida, con amor, con ese espíritu de servicio. Una vez que hemos sido probados, no vamos a echarnos para atrás: “Aquí estoy, Señor, toma mi vida”.
Las estructuras que hemos vivido durante muchos años y hasta ahora son relativas. Son importantes porque las necesitamos, ellas nos sirven de cauce para expresar la vivencia de nuestro carisma, de nuestra misión. Pero también se van gastando. Este es el momento en el cual la mayoría de hermanos de la Provincia ha aceptado que se dé el paso a otras estructuras, que esperamos nos sigan ayudando a producir nuevos frutos de santidad en los hermanos, como las que han dado las vividas hasta ahora.
Afrontamos el futuro sin miedo, o con miedos, pero que no nos paralicen. Afrontamos lo que nos viene con la fuerza de Dios. Y no estamos solos, el camino ha sido hecho de un modo comunitario. Y nuestro camino de nueva Provincia ha sido bendecido desde el centro de la Orden, por eso creemos que puede ser lo que Dios quiere hoy para nosotros. Señalemos tantas cosas positivas y crezcamos hacia lo nuevo.
Si hoy el Señor se acercara a nosotros y nos preguntara: “¿Cómo deseas que sea el futuro?” ¿Cómo sería? Yo quisiera que fuera con sencillez y corazón de niño, con ternura y confianza, con alegría y perdón, en comunión y arriesgando por lo nuevo. Apostando por algo diferente de los caminos trillados, los de siempre, viviendo con creatividad. Con Espíritu y verdad.
Para el futuro lo que cuenta es lo que nos dice el Santo en la Canción 28: “que ya sólo en amar es mi ejercicio”. Ese debe ser nuestro horizonte y perspectiva, el amor. La total disponibilidad y apertura a esta realidad de una nueva Provincia, donde todos los que la vamos a formar nos esperamos, y donde cada uno aportará lo mejor de sí mismo. A pesar de los lógicos recelos, el amor es la fuerza que nos hará superar las diversidades que no tienen que ser motivo de división, sino de admiración y enriquecimiento mutuos. Ahora, lo de cada uno de nosotros, que ha sido y es mucho, se juntará a lo de otros que también, si lo sé mirar con ojos de Dios, es mucho y muy bueno.
Miramos el futuro con esa esperanza que nos dan las vocaciones, los jóvenes en formación, los religiosos y sacerdotes jóvenes. Con el testimonio de los hermanos mayores y enfermos. Con la alegría y la ilusión de todos, cada uno aportando desde lo que es y puede seguir dando, con la ilusión del carisma que se hace actual a través de nosotros.
Nos sentimos unidos a los hermanos del Vicariato y esperamos que sigan creciendo con nuevas vocaciones, y definitivamente se implante la Orden en esos países.
Aunque esta carta va dirigida a los hermanos de la Provincia, no quiero descuidar el agradecimiento, profundo y sincero, a las Carmelitas Descalzas. En todos los lugares se han portado como hermanas y han acompañado este proceso de reestructuración. Seguiremos sirviéndolas con la disponibilidad que siempre encontraron en nuestros hermanos de la Provincia ‘San Juan de la cruz’. A las Congregaciones afiliadas a la Orden, a las que estamos unidos en las diversas presencias provinciales. Lo mismo a las fraternidades del OCDS y Grupos Carmelitanos. Somos familia y queremos seguir viviendo como tales.
Como en la Orden, en la vida de S. Juan de la Cruz es constante y sentida la presencia de la Virgen María. Y es muy conocido el texto del Santo en el que menciona que la Virgen María, en su vida, siempre se dejó guiar por el Espíritu Santo (cf. 3S 2,10). En esta nueva realidad Provincial que estrenaremos, le pedimos a la Virgen María, Madre y Patrona de la Orden, que aprendamos como Ella a dejarnos guiar siempre por la luz del Espíritu Santo, por el proyecto de Dios hoy para nosotros, con sencillez, con alegría, como un niño que confiadamente se ‘duerme en los brazos de su madre’ (cf. Salmo 131,2).
Y como estamos ya cercanos a la fiesta de la Navidad, felicito a todos los hermanos estas fiestas y deseo que nunca le falte a cada uno, ni a las comunidades, esa presencia alegre del Señor que, desde lo más profundo de nuestro corazón, anima nuestra vocación, nuestra entrega, con alegría:
Ya que era llegado el tiempo
en que de nacer había,
así como desposado
de su tálamo salía
abrazado con su esposa,
que en sus brazos la traía,
al cual la graciosa Madre
en un pesebre ponía.

Y un año nuevo 2015 lleno de la novedad del Espíritu Santo, con la presencia de Nuestra Santa Madre Teresa de Jesús en la celebración del V Centenario de su nacimiento.
14 de diciembre 2014
Fr. Carmelo Hernández, ocd

Provincial Burgense ‘San Juan de la Cruz’, OCD

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