Reverendísimo P. Provincial:
Con
un profundo dolor en el alma escribo estas líneas para testimoniar – en cuanto
soy capaz – el precioso servicio que el querido P. Línton Guzmán ha brindado a
la Iglesia de Cochabamba durante muchos años.
Trabajaba en la Cancha, con amor y humildad,
pero un día aceptó con mucha disponibilidad asumir en el Arzobispado primero la
responsabilidad de la Comisión de Arte Sacro y luego, dentro ese servicio, se
dedicó alma y cuerpo a la restauración del Convento de Santa Teresa. Y con paciencia,
sacrificio y competencia, por una anterior misión cumplida en el Convento de la
Carmelitas de Sucre, en el lapso de unos cinco años, logró el objetivo de
ver esta magnífica obra de arte y de fe totalmente restaurada, para el bien de
la Orden, de la Iglesia, de toda Cochabamba y de Bolivia.
Impresionaba
su seriedad y responsabilidad en las tareas. Era exigente con los demás, es
decir con los que dependían de él, y consigo mismo, en el sentido que daba
cuenta fielmente de todo el dinero que manejaba para la restauración del
Convento-Museo.
Se ganó así la confianza de la Embajada de los Estados Unidos, que continuó a proporcionarle los medios hasta completar la Obra. Su nombre y el de la Orden quedarán en la historia, junto con los de sus estrechos colaboradores.
Se ganó la confianza de
los bienhechores, que se daban cuenta que él tomaba muy en serio sus
aportaciones y las manejaba de la mejor manera. Ahí, en sus registros, están
todos sus nombres y estarán también en el cielo.
Otro aspecto, aún más
importante, que se admiraba en el P. Línton era su amor y pasión apostólica.
Amaba el trabajo pastoral, amaba a sus fieles. Los conocía. Conocía la Cancha
con sus dinámicas y sus problemas. Y no tuvo miedo de dar su vida, como un
verdadero Pastor. Una entrega radical la suya. ¡Un testimonio
admirable!
Sus pobres, los pobres que
él atendió con tanto amor, le habrán abierto con gozo las puertas del
Paraíso.
¡Gracias, querido P.
Línton!
Quédate en nuestros
corazones, para que sigamos tu ejemplo y bendícenos desde el cielo, para que un
día podamos encontrarnos en la Casa del Padre.
Que el Señor bendiga también
la Orden y le conceda santas vocaciones.
Fraternalmente.
+ Mons. Tito Solari
Ciudad de Este, 22 de agosto de 2020
Estimados hermanos, hermanas y carmelitas
seglares del Vicariato:
Señor, tú eres mi
alegría y mi herencia, mi destino está en tus manos. Me ha tocado un lote
estupendo, ¡qué hermosa es mi herencia! -Salmo 16-
Ante la partida a la
casa del Padre de nuestro hermano Linton he recordado lo que le había escrito
hace dos años por sus 25 de ordenación sacerdotal, pues siento que esas
palabras -hoy más que nunca- cobran fuerza y pleno sentido:
“Aunque tu aniversario
sacerdotal fue el día 9 de agosto, memoria de nuestra hermana Teresa Benedicta
de la Cruz (Edith Stein), has querido –significativamente- celebrar tus bodas
de plata en este templo del convento de nuestras queridas hermanas Carmelitas
Descalzas. Y es que, en los últimos años, gran parte de tu vida y tu tiempo,
los has dedicado en la restauración total de este convento (de Sta. Teresa),
joya de esta ciudad de Cochabamba y tesoro para el Carmelo del Vicariato
Uruguay-Bolivia y Paraguay.
Tus hermanos del Vicariato
reconocemos y valoramos tu empeño y dedicación a todas las obras que se te han
confiado… y se te seguirán confiando. Gracias de corazón, P. Linton, por lo que
hasta ahora has entregado por la Orden y por la Iglesia.
Linton, yo sé que te
gusta festejar tus cumpleaños y los de tus hermanos… “y si hay Mariachis,
mucho mejor”. Hoy sobran razones y motivos para celebrar, las bodas de
plata de tu sacerdocio, por eso mismo nos unimos a ti para aplaudir con júbilo
este acontecimiento tan importante para ti y para todo el Vicariato. También la
Iglesia local de Cochabamba se une para dar gracias a Dios por tantos dones
recibidos en todo este tiempo. Y qué mejor que terminar nuestro agradecimiento
a Dios, con el mismo salmista: Señor, tú eres mi alegría y mi herencia,
mi destino está en tus manos. Me ha tocado un lote estupendo, ¡qué hermosa es
mi herencia!”.
Efectivamente, hoy le
toca a nuestro hermano Linton disfrutar de la auténtica herencia que Dios le
tiene preparada y tiene preparada para todos nosotros, como la plenitud de la
vida y gozar de la comunión con Dios para siempre. Hoy renovamos nuestra fe en
Jesús Resucitado al mismo tiempo que nos sentimos interpelados por Él: “Yo soy
la resurrección y la vida. El que cree en mí, aunque haya muerto vivirá… ¿Crees
esto? Sí, Señor; yo creo que tú eres el Cristo, el Hijo de Dios el que tenía
que venir al mundo” (cf. Jn. 11, 25-27).
Nos unimos a tantas
personas que se ven afectadas por el coranarirus, que tanto daño y sufrimiento
viene generando, y sigue provocando a lo largo y a lo ancho del planeta.
Nuestro hermano Linton ha luchado hasta el final, pero también ha sabido
ponerse en las manos de Dios para que se hiciese Su voluntad antes que la de
él.
De nuevo: gracias Linton
por todo lo compartido y que se haga siempre en todos nosotros, como en ti, la
voluntad de Dios. Más allá de que no entendamos el porqué y el para qué de las
cosas, pero que siempre tengamos la certeza de que Dios está con nosotros y por
encima de todo busca y quiere nuestro bien.
Que Nuestra Señora del
Carmen reciba en sus brazos de Madre a nuestro hermano e interceda por todos
nosotros, para que estemos siempre dispuestos para acoger lo que su hijo Jesús
nos vaya presentando.
Un saludo fraterno. Fr. Carlos Medina ocd
VICARIO REGIONAL
BIOGRAFIA DEL PADRE LINTON GUZMAN TORREZ
INICIOS
Linton Guzmán Torrez
nació en 1959, en Potosí. Es hijo de Vitaliano Guzmán y Vidma Torrez. Era el
cuarto hijo de ocho hermanos. La familia Guzmán Tórrez dejó Potosí, tras la
jubilación de las minas de su padre en 1962, y se trasladó a Cochabamba.
“Con los
beneficios sociales de mi padre, compramos un terreno en Villa Busch, cerca de
la zona del Hipódromo, y ahí comenzamos a construir nuestro hogar; también
hacíamos producir el terreno con papa, choclo, haba y otros”, recordaba padre
Linton.
Según Linton, vivió una feliz niñez, hasta que falleció su padre, cuando se vio en la necesidad de ingresar al mundo
laboral, con tan solo 12 años su primer trabajo fue en una fábrica de botones,
propiedad de la familia Heresi. Ese dinerito ayudó económicamente en casa”,
Desde ese momento,
el joven impetuoso aprendió a estudiar y a tener más obligaciones.
Paralelamente y, poco a poco, la llama religiosa comenzó a avivarse dentro de
él. “Cuando era pequeño y mis familiares me preguntaban qué quería ser de
grande, siempre respondía que deseaba ser curita”, recordaba. Deseo que fuera
tomando más forma cuando su familia recibió la visita de su tía que era monja y
estaba interna en el convento Santa Teresa-. “Al verla, con una carita de
ángel, me di cuenta de que yo estaba convencido de lo que quería hacer”.
Los últimos años del bachillerato, Linton combinó el estudio, el trabajo y su
creciente vocación de fe. Por ello, comenzó a catequizar a lado de un grupo de
misioneros, que viajaba los fines de semana hasta la zona de Illataku, en
Quillacollo, para preparar a los niños y jóvenes para hacer la primera comunión
o confirmación.
Pero nunca se alejó del Convento y, de tiempo en tiempo, entraba a la iglesia y
se quedaba meditando. A los 18 años consolidó su vocación. Durante un par de
años el aspirante a sacerdote dejó sus estudios para dedicarse solo a trabajar,
pero luego retomó su formación.
En 1982 terminó sus estudios, a la edad de 21 años, del colegio Abaroa. Ese fue
el momento en que decidió seguir su vocación e ingresar como postulante a la
orden Mariana de los Carmelitas Descalzos.
En 1987 hizo su profesión simple. Abrazó el nombre religioso de Fray Linton
Guzmán Tórrez de la Cruz. “Mi primera celebración eucarística fue en la iglesia
de mi patrona y fue un momento muy emotivo”, recordaba padre Linton.
Posteriormente, ingresó a la Universidad Católica Boliviana, a la carrera de
Filosofía y Teología. Durante muchos años, Guzmán residió en la parroquia de
San Antonio y también en el convento de padres Carmelitas en la América, hasta
que fue enviado como diácono a La Paz, donde trabajó por muy poco tiempo.
Retornó a Cochabamba para reincorporarse a la parroquia de San Antonio. Entre
los muchos cargos que ocupó están: superior, formador, responsable de la
delegación provincial y asistente de la federación de la orden de las Madres
Carmelitas Descalzas de Bolivia y lo último párroco de la iglesia San Antonio y
Director del Convento Museo Santa Teresa Cochabamba.
DEVOCIÓN Y ENTREGA
28 años de
servicio a la iglesia católica, Consagrado a los votos sacerdotales de pobreza,
castidad y obediencia, Padre Linton llevó adelante la restauración del Convento
Museo Santa Teresa, en sus dos fases. Implementó el armado de las salas del museo.
Falleció a los 60 años de vida, se entregó a la Orden de los Carmelitas
Descalzos en 1992. Su inspiración y fiel protectora siempre fue la Virgen del
Carmen; por eso, cada vez que ingresaba a una iglesia y tenía en frente la
imagen mariana, la miraba con gratitud y devoción, la contempla por unos breves
segundos y hacia la señal de la cruz, para proseguir su camino. La conexión que
siente con la imagen de María, la considera artífice de que llegara a proclamar
sus votos sacerdotales.
Restauración Convento Museo Santa Teresa
Gracias al amor por el arte, por el patrimonio y por lo antiguo, padre Linton se
animó a encarar la restauración del Convento Museo Santa Teresa, en sus dos
etapas; la primera intervención que fue la iglesia y finalizó en marzo de 2015,
la segunda etapa que fue la restauración de los claustros del Convento, que
finalizó en 17 de abril de 2018
Una obra que demandó más de un millón de dólares y que el padre Linton se hizo
responsable, donados por la Embajada de Estados Unidos en Bolivia, la Orden
Internacional de Carmelitas Descalzos y los fieles devotos.
También realizó la
restauración de los cuadros del museo, el financiamiento para poder restaurar
lo conseguía mediante la celebración matrimonios en la Iglesia de Santa Teresa.
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